El espacio interior

LOS ÁNGELES.- Hay una falsa noción popular de que el cine está dominado por una dicotomía: por un lado, el tanque de Hollywood, protagonizado por megaestrellas, con director reconocido y millones de dólares invertidos en tecnología, pero sin riesgo estético y con pocas o nulas ideas interesantes. Por el otro, una película independiente, con actores y director no famosos, pero originales en lo estético y con profundidad de contenido.De uno u otro lado sobran los ejemplos de que esta dicotomía no refleja la realidad, el más apremiante de los cuales es Gravedad, la nueva película de Alfonso Cuarón, protagonizada por Sandra Bullock y George Clooney, que se estrenará mañana en la Argentina.No es la primera vez que Cuarón demuestra que se puede hacer buen cine dentro del esquema de Hollywood. Ya lo hizo con La princesita , Grandes esperanzas y Harry Potter y el prisionero de Azkaban . Fuera de Hollywood, en su México natal, filmó Y tu mamá también , con Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna, que fue un verdadero éxito internacional y cuyo guión, escrito por el propio Cuarón, fue nominado al Oscar.Gravedad, que abrió el último Festival de Venecia y se presentó también en Toronto, cuenta la odisea de la doctora Ryan Stone (Bullock), una científica que en su primer viaje espacial queda a la deriva junto con Matt Kowalski (Clooney), un veterano astronauta, después de que una lluvia de desechos de un satélite interrumpe su misión, dañando el transbordador espacial. A partir de ese incidente, Stone se enfrentará a las dificultades para sobrevivir, al mismo tiempo que descubrirá la posibilidad de renacer espiritualmente a la vida emocional a la que se cerró cuando murió su pequeña hija."Cuando conocí a Sandra teníamos un guión con la metáfora de los desechos como las adversidades que enfrentamos en la vida –cuenta Cuarón durante una charla que mantuvo con un reducido grupo de medios internacionales, entre los que se encontraba LA ANCION, en un hotel de Beverly Hills–. Conversamos mucho sobre cómo íbamos a transmitir esa metáfora. La película iba a ser tan silenciosa que cualquier cosa que se dijera tenía que tener un peso específico. La apuesta, y por eso teníamos que ser muy precisos en cada detalle, era que íbamos a dar a entender lo mínimo posible de la historia de esta mujer como una oportunidad para que el espectador pudiera involucrarse emocionalmente con el personaje. Todo debería ser una metáfora para que el público pudiera tener su propia...

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