Al capital le gusta que lo traten bien

Francisco Cabrera, ministro de la Producción, aprovechó el martes un almuerzo con la cámara alimenticia Copal para soltar la pregunta más ansiosa que el Gobierno tiene para hacerles a los empresarios. "¿Y cómo están las inversiones?", quiso saber. Daniel Funes de Rioja, líder de los anfitriones, le contestó con números: dijo que los desembolsos del sector habían llegado a ser, en 2011, último año productivo del kirchnerismo, de unos 2300 millones de dólares, pero que en 2015 habían bajado a 700 millones, casi lo que ellos llaman "inversión vegetativa". Y que no sería tan difícil, por lo tanto, levantar esos montos en determinadas condiciones mínimas.

Funes de Rioja, que venía de hablar bien de las perspectivas argentinas en Washington durante una exposición en el G-20, cree que eso es casi inminente. Y así se lo transmitió al ministro, aunque agregó que las empresas necesitarán ahora algunas "reformas de segunda generación", es decir, medidas complementarias de aquellas que, como la salida del cepo o el acuerdo con los holdouts, iniciaron la normalización poskirchnerista. Enumeró entonces: agilización de trámites, reducción de costos logísticos, alivios impositivos y cualquier decisión que contribuya a ganar competitividad sin tocar necesariamente el tipo de cambio, variable que los hombres de negocios aceptan como imposible de modificar ante estos niveles de inflación.

El establishment ha resuelto apostar por una mejora económica a pesar de la caída en la actividad y las altas tasas de interés. No sólo por afinidad ideológica. En las empresas volvieron a entusiasmar decisiones recientes del Gobierno, como las leyes con facilidades para pymes o el veto de ayer a la ley antidespidos, dos iniciativas también apuntaladas por un giro drástico en el tono en que venían conversando con la Casa Rosada. La percepción de casi todos es que, luego de los retos de Macri y algunos ministros a principios de otoño, la mayor parte de los funcionarios ha terminado de entender que invertir no es una obligación, sino la consecuencia natural de un contexto propicio.

El Presidente llega a estos gestos conciliadores por un camino extraño, apurado por las circunstancias y no sin algunos costos. Hace dos semanas, mientras se sorprendían con que el Gobierno los estuviera convocando a firmar un texto comprometiéndose a no despedir personal, representantes pyme, como Osvaldo Cornide (comercio), Gerardo Venútolo (metalúrgicos) y Alberto Sellaro (calzado), aprovecharon...

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