La Argentina y Brasil, ante una nueva etapa

Tanto la Argentina como Brasil han comenzado a dejar atrás una etapa caracterizada por un fuerte y destructivo populismo. La reciente visita a nuestro país del presidente brasileño, Michel Temer, para reunirse con Mauricio Macri ha sido necesaria y oportuna.

Las economías de ambos países han quedado devastadas y el fenómeno de la corrupción extendida está ahora al descubierto, con una magnitud y profundidad rara vez vistas.

En la Argentina, las investigaciones judiciales avanzan lentamente y la situación personal de la ex presidenta Cristina Kirchner está sumamente comprometida. En Brasil, la posición del cada vez más cuestionado líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio Lula da Silva, también muy complicada, proyecta serias y fundadas sospechas asociadas a su presunta participación en graves hechos de corrupción en Brasil y Angola.

En el país vecino, los resultados de las recientes elecciones municipales no dejaron dudas acerca de la contundencia del rechazo de la población a los líderes del PT, a quienes ve como principales causantes de la debacle de su economía y la promoción de la corrupción. Tanto es así que el PT perdió la mitad de su caudal de votos y obtuvo, además, un rechazo claro en casi todos los mayores centros urbanos, así como en el postergado Nordeste. En la Argentina, por su parte, las encuestas recogen el creciente desprestigio de quienes en su momento conformaron el gobierno de Cristina Kirchner.

Los dos países están en recesión y empeñados en poder abrir más rápidamente sus economías. Para ello están corrigiendo sus desequilibrios y resintonizando sus precios relativos, de modo de corregir los errores cometidos; deshaciendo los subsidios que los infectaron y dejando lentamente atrás las manipulaciones caprichosas de las que fueron objeto las economías de ambas naciones. En otras palabras, se trata de reconstruir lo mucho que ha sido desarticulado con una conducta prudente, para así recuperar la confianza de los inversores. Esa falta de confianza ha sido, en rigor, tan grande que en Brasil se han sucedido nada menos que diez trimestres con una tasa de inversión en caída. Algo similar ha sucedido en la Argentina, donde la gestión kirchnerista paralizó las inversiones privadas y manipuló las públicas.

Las vinculaciones de ambos países entre sí son, desde hace décadas, particularmente estrechas. Pero la Argentina depende algo más del bienestar económico de Brasil que éste país del de la Argentina. Porque Brasil...

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