Vuelve el duelo, con roles definidos

Aquella frase de Pablo Mac Donough a fines de 2013, concretado el doble objetivo de recuperar Palermo y lograr la Triple Corona con La Dolfina, fue contundente: "No necesitaba una revancha contra Ellerstina, la revancha era conmigo mismo". De alguna manera, cerraba las puertas de cualquier pretensión de minimizar el hecho de que la final del Abierto no había sido frente al clásico rival, el que lo había golpeado duro en la definición de 2012, sino contra Alegría, la gran sorpresa. Llega un momento en la carrera de estos jugadores de hoy en los que el rival importa muchísimo menos que la prioridad de fondo: ganar. Para irse contentos al campo. Para viajar felices a Palm Beach. Para sentirse satisfechos de que todo el trabajo del año tuvo el corolario buscado.

Tras un fugaz intervalo, vuelve el clásico de estos tiempos. El partido que todos siempre quieren ver, aunque, nobleza obliga, Alegría dejó en evidencia que lo suyo de 2013 no fue casual; que tiene con qué jugar grandes partidos y pretensiones de pelear por acceder a los partidos decisivos. No pudo este año. No anduvo lejos en Hurlingham, donde puso en apremios el invicto de La Dolfina y con la inclusión de una promesa como Cappella Barabucci; volvió a amagar ayer contra Ellerstina, hasta que cayó en sus propias contradicciones y defectos, resignando buena parte de sus posibilidades. Pero está ahí. Es un digno integrante del ese lote de equipos contra los que no se puede bajar la guardia sin quedar expuesto a un golpe certero al mentón.

Vuelve La Dolfina-Ellerstina, el duelo de la última década, con roles bien definidos. El mejor equipo de estos tiempos (y de los más cercanos también) contra el conjunto que mayores recursos técnicos y estructurales dispone para hacerle frente. Claro que son etapas distintas. La Dolfina atraviesa un momento ideal, ascendente, de afianzamiento de su juego, convicciones y relaciones humanas; Ellerstina no cuenta con la chispa y el atrevimiento que le permitió dar el golpe en 2012, pero fue sintiéndose más compacto a medida que avanzó la temporada, algo diferente a un año atrás, cuando padeció una crisis de identidad en medio de la Triple Corona. Lapidario.

La Dolfina es un equipo místico, campeón por naturaleza. Forjó su ADN desde su origen, más allá de que de arranque tuvo más subcampeonatos que títulos. Se hizo más fuerte en la versión 2005-2009 con una idea que desarrolló sin vacilar ni escuchar cuestionamientos, y hoy apuesta por el polo con el que más...

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