La voz rebelde de los olvidados

En agosto de 2014, luego de agradecer el apoyo de amigos y lectores cuando parecía que iba a obtener el Premio Nacional de Literatura de Chile (que finalmente ganó Antonio Skármeta), Pedro Lemebel escribió en su página de Facebook: "Y los premios nacionales hay que recibirlos y soportar su fetidez oficial. En esta contienda de machos literatosos". En esas pocas líneas, en las que agregó que con su postulación también entraba en la contienda "la calle letrada o la cuneta iletrada", se cifran algunas de las claves que hicieron que su escritura traspasara los géneros literarios: poco importa si era un cronista barroco, que embellecía las tribulaciones de la periferia con dosis de política y sexualidad alegre e insolente, o un narrador cuya lucidez trastocaba manifiestos con el aliento de una voz cercana, eternamente perfumada.

Las circunstancias sociales e históricas, a las que nunca dejó de estar atento, y las condiciones de producción de esa escritura, caracterizadas por el nomadismo y un "afán izquierdista", prevalen en todos sus escritos. Con La esquina es mi corazón, su primer libro, Lemebel inauguró ese estilo propio e intransferible en que la forma breve se contamina de observaciones sobre el entorno, de consideraciones insurgentes y de pequeños relatos –en apariencia anécdotas que crecen hasta cobrar un relieve alegórico autónomo y desconcertante–, de recuerdos de la infancia propia y ajena, reales o inventados.

La ciudad de Santiago adquiere en esos relatos una dimensión vital, apasionada y repleta de posibilidades. La loca vieja, el taxi boy, los obreros, los estudiantes, las madres de amores perdidos, aun los carabineros y las damas caceroleras pinochetistas transitan por sus crónicas con una simpatía amenazante y un rico vocabulario popular: "la juerga coliza", "me hice el leso", "destellos coligüillos", "la pirueta colifrunci", "el jet set piojo", "las sábanas colipatas". El repertorio parece inagotable; cada unidad, una célula narrativa que se adhiere a otras para crear constelaciones donde conviven la sombra aciaga de Pinochet con Liz Taylor, la Unidad Popular con Yoko Ono, Raphael con una travesti llamada La María Misterio y una disco gay con la homofobia de la izquierda. (Militante comunista, Lemebel padeció los desatinos del partido respecto del feminismo y la homosexualidad; esas tensiones se evidencian en su novela Tengo miedo torero.)

Lemebel nació en Santiago de Chile, en Zanjón de la Aguada, "piojal de la pobreza...

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