Volver a invertir

Terminado un proceso electoral, la comunión de espíritus lograda en las urnas suele dispersarse en los múltiples intereses que conforman la compleja trama social.Ordenar las conductas en forma pacífica y lograr el bienestar general constituye un desafío mayúsculo para cualquier gobernante. Los impulsos centrífugos son formidables y alcanzar un concierto armonioso, que resulte productivo y se perciba equitativo, es el fin último de todo arreglo institucional exitoso.En materia económica, ese concierto armonioso requiere una partitura adecuada y un director talentoso. Los músicos no tocarán mejor si son golpeados con la batuta, ni coordinarán mejor sus acordes si se los manda al rincón. Resulta paradojal que el funcionamiento de fábricas, la ebullición del comercio, las labores del campo, la expansión del crédito, la construcción de edificios, el tráfico de contenedores, la prospección minera, las perforaciones gasíferas, la generación eléctrica, el despliegue de redes 5G, la ampliación de aeropuertos, la renovación de trenes y la multiplicación de pymes, todos esfuerzos enormes y costosos, humeantes y ruidosos, dependan de algo tan sutil como el correcto alineamiento de incentivos, de empresas y de individuos. Más la batuta de Barenboim que la fragua de Vulcano.Cuando los gobernantes ignoran el funcionamiento de la naturaleza humana pretenden ordenar por decreto que dichas cosas ocurran, sin antes ponderar debidamente las conductas que depararán. En la Argentina todo lo hemos experimentado. Es sabido que los controles de precios desalientan la producción, que las tarifas baratas incentivan el dispendio, que los créditos subsidiados fomentan la especulación, que los cepos impulsan la fuga de capitales, que las moratorias inducen el incumplimiento y que favorecer al indolente descorazona al esforzado.Ese fenómeno ha sido estudiado en profundidad por los aseguradores, desde la Edad Media. Quien está "asegurado" no se preocupa por cuidar sus cosas ("riesgo moral") y quien puede transferir al asegurador el peor riesgo y quedarse con el mejor lo hace ("selección inversa"). En definitiva, las personas tienden a maximizar el provecho de las reglas de juego, cualesquiera que fuesen, exprimiendo el fruto que pagan otros y ocultando el propio cuando deben contribuir.El clamor de las plazas y el entusiasmo partidario significan poco cuando de dinero se trata. "Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo", señaló en 1989 Juan Carlos...

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