Volver a 1988: cómo era la vida durante los cortes de luz programados por el gobierno de Raúl Alfonsín

Vecinos de distintos puntos de la ciudad se vieron afectados por los cortes de luz

Nadie puede discutir que los argentinos somos fieles a nuestras tradiciones: los cortes de luz programados renacen de tanto en tanto y ya parecen formar parte de una cruel costumbre. Este verano, los porteños vuelven a repetir hábitos como los que sembraron el mal humor generalizado en 1988 durante la presidencia de Raúl Alfonsín . Hace 34 años, la realidad era tan similar como la actual. Nada cambió. O quizás todo empeoró.

Esta temporada, marcada por la pandemia y una ola de calor que elevó la temperatura en casi todo el territorio nacional, se suman a la falta de inversión en infraestructura que sume al país en un retraso tecnológico de décadas y hacen que los cortes formen parte de la cotidianeidad .

En 1988 se programaron drásticos cortes de energía . Y con ellos, la vida en Buenos Aires se transformó definitivamente durante varios meses. Por entonces, serios problemas en la Central Hidroeléctrica de Embalse Río lll, en la Central Nuclear de Atucha y un incendio en la red de distribución que salía de El Chocón sumieron al país en una de sus más graves crisis en materia de electricidad .

En la actualidad, a las altas temperaturas se le añade un consumo mayor que el de hace casi tres décadas debido a los nuevos hábitos urbanos y el incremento de la población en las ciudades. Pero, ¿cómo era vivir en el 1988 de los cortes programados? Los memoriosos lo recordarán muy bien. Un infierno. Igual que ahora. Calor y oscuridad, un combo de fastidio e incomodidad, agravado por los aislamientos de los casos positivos de coronavirus o los confinamientos de los casos sospechosos.

Adelantar la hora

La hora oficial se adelantó sesenta minutos . Desde el 1° de diciembre de 1988 los argentinos nos acostumbramos a cenar con el reflejo de la luz diurna filtrándose por las ventanas.

Luces alternadas

Un poste sí, un poste no. Las avenidas de CABA sufrieron la reducción de un 50% de su iluminación . El alumbrado público se encendía alternadamente dejando a la mitad de sus columnas desafectadas.

La municipalidad también apagó las farolas decorativas y se suprimió la iluminación de monumentos, fuentes y ornamentaciones de edificios públicos.

Los comercios debieron suspender el encendido de marquesinas y vidrieras . La oscuridad propició, en aquellos años, una ola de robos amparados por la complicidad de la sombra, siempre secuaz del delito callejero. El recurso no solo afeó la...

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