Vivir en la villa: la lucha para escapar de la miseria y del olvido

Cada vez que un vecino de la planta baja tira la cadena de su inodoro, Pablo Arébalo, desde el subsuelo, ve cómo caen los restos de materia fecal o de orina que se filtran por el techo de su habitación. Así, este joven de 16 años debe convivir con un olor repugnante, en un cuadrado de tres metros por tres donde sólo entra una cama de dos cuerpos, un televisor y algo de ropa en un rincón. Allí vive con su mujer embarazada, de 18 años, y su bebé de pocos meses.Pablo recaló en la peor pieza que le podría haber tocado en la casa de su mamá, Julia Pacheco, de 36 años, quien vive en el edificio conocido como Elefante Blanco, en Villa Lugano, desde los ocho.La mujer tuvo otros nueve hijos que se asentaron con ella en una vivienda a la que le sobran problemas: está al lado de un basural; no tiene ventanas; el agua gotea por el techo; hay filtraciones de las cloacas en el piso y miles de mosquitos al acecho, atraídos por el exceso de humedad que emana de las paredes. Pero lo que más le preocupa, dice, es la salud de sus hijos. "El más chiquito está con vómitos y muy decaído", asegura.Pasaron más de dos años del éxito de la película de Pablo Trapero y todo sigue igual, o peor, en el Elefante Blanco, situado en el cruce de las avenidas Eva Perón y Piedrabuena.Al poner un pie en la entrada de la torre resurge esa realidad olvidada del edificio de 16 pisos a medio construir, que cobró una visibilidad fugaz cuando fue protagonista del film que reveló la historia de décadas de abandono.La construcción, que forma parte del predio de la Villa 15, también conocida como Ciudad Oculta, estaba destinada a ser el hospital más grande de América latina en 1935. Pero el proyecto fue abandonado por los sucesivos gobiernos y sus dos primeros pisos fueron ocupados por familias sin vivienda, algunas de ellas hace más de 30 años.Hoy, la construcción sigue siendo un monumento a la miseria, en donde 312 personas viven en viviendas precarias, construidas en los recovecos del inmueble que no tiene puertas ni ventanas.Una de ellas es Geraldina González, de 50 años, quien insiste en mostrar la decadencia de las dos habitaciones con baño donde vive con dos hijos, uno de 30 y otra de 16."Mi hijo mayor es asmático y siempre está enfermo", dice la mujer, mientras limpia con un lampazo un charco de agua que la lluvia de la madrugada dejó en el medio de su habitación.Cada vez que hay una tormenta, Geraldina se indigna porque sabe que tendrá horas de trabajo por delante para secar su casa. Sin...

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