Vivir cada momento con la mirada puesta en el otro

"¡Gracias a ustedes fui voluntario por primera vez en mi vida!", decía el correo electrónico. Los muy jóvenes participantes de la organización Quiero Ayudar recuerdan todavía ese mail como increíble por dos razones: porque los llenó de alegría y porque les dio la pauta de que iban en la dirección correcta, aquella que habían tomado unos años atrás cuando, para cumplir con una promesa hecha a una persona en Caleta Olivia, se habían comenzado a constituir, casi sin darse cuenta, en una agrupación de voluntarios.Todos los entrevistados para esta nota han elegido caminos distintos para volcar su espíritu de solidaridad activa: unos se han transformado en grandes articuladores, poniendo en contacto a los que quieren ayudar con los que necesitan esa ayuda; otros desde muy pequeños descubrieron en la vida al que los necesita, y otros más, por fin, porque quieren limpiar todo el planeta si fuera posible, pero han empezado por la plaza del barrio más cercana a su casa. Todos se parecen, sí, en la voluntad de mejorar su entorno y en la alegría de dar. De dar más y mejor. Y al mismo tiempo contagiar a otros con esta mirada atenta de la vulnerabilidad ajena.Aprender a mirarExisten infinitas maneras de estar en el mundo desde un lugar constructivo y empático. Porque cada acción es una oportunidad para poner el foco en pensar en los demás o cuidar el medio ambiente.Desde regalar sonrisas a cada paso, saludar a las personas con las que interactuamos, separar la basura, preguntarle a una persona de la calle qué necesita hasta donar las cosas que nos sobran en casa a una ONG del barrio.Otros sienten que tienen que pasar a otro estadío y deciden involucrarse de forma permanente con actividades de voluntariado, porque experimentan un impulso irresistible de ayudar al otro, y eso los transforma en agentes de cambio en sus comunidades."Me da paz", dice Mariela Fumarola, una de las fundadoras de la organización Caminos Solidarios, un grupo de voluntarios que hace recorridos nocturnos por la Capital para asistir a gente en situación de calle.Mariela tiene 43 años (aunque parece diez menos, y ella lo atribuye al trabajo que realiza, justamente, que la llena de felicidad) y hace poco más de dos descubrió la existencia de la Red Solidaria. "Buscaban colaboradores para los recorridos contra el frío, un proyecto que era sólo para el invierno." Pasó el invierno, pero Mariela y otros voluntarios siguieron ayudando. Hoy, con Caminos Solidarios formalmente constituido por más de medio...

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