El virus de la paranoia que viaja por el cable de las redes sociales

La historia empezó así: con once años, mi hija recibió la vacuna contra el virus del papiloma humano-VPH (o HPV, en su siglas en inglés) hace unas semanas. Se trata de una dosis de varias que forman parte del calendario oficial de vacunación desde hace cuatro años. La vacuna previene que las lesiones cervicales deriven en un cáncer. O sea: ninguna pavada.

Pero, ese mismo día, después de la aplicación de la primera dosis, en mi perfil de Facebook apareció una información posteada por uno de mis "amigos", padre él también, en la que se advertía de la peligrosidad de este tipo de inoculación preventiva. La información provenía de la Asociación de Afectadas por la Vacuna del Papiloma (AAVP), una organización española que se hace eco de una serie de denuncias realizadas en Francia. Según cuentan hay vacunas para el VPH (Gardasil y Cervarix) que provocan graves efectos adversos: Guillian Barré, lupus, convulsiones, coágulos de sangre, y la inflamación del cerebro. Inmediatamente, después de leer todo eso, mis terminales nerviosas se activaron. La casualidad dio que justo en mi entorno estaba el tema de la vacuna, porque de otro modo no le hubiera prestado atención. Y pensé varias cosas: la primera fue no comentarlo con mi hija ni tampoco con mi mujer para no cargarnos con una preocupación innecesaria. Pero la velocidad de las redes me ganó de mano: mi mujer ya se había topado con la información y, ahora que lo analizo, no sería descabellado que lo hiciera también mi hija.

De todos modos, la inquietud principal sobre este asunto es otra...

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