El vino: la crisis obliga a revisar los números

Sola, obstinada y en silencio, como aquella oleada de inmigrantes que trajo en los barcos las primeras estacas de vides que poblaron la región cuyana. Así se desarrolló la producción del vino en la Argentina, hasta llegar a posicionarse, a principios de este siglo, como una muy respetable industria exportadora, con peso en el mercado mundial. Pero algo más temido que las heladas tardías que diezman los viñedos o que las plagas que carcomen las uvas se cierne hoy sobre el sector: la inflación, el dólar bajo y las altas tasas para acceder al financiamiento. Ese cóctel pone en peligro lo más preciado que se había logrado: rentabilidad y posicionamiento de mercado.

Esta realidad lleva a que se acelere un proceso de concentración que ya existe en países como Chile, Australia y Nueva Zelanda. Para peor, es un sector en el que los proveedores y los compradores, internos y externos, también están cada vez en menos manos. El abastecimiento de insumos como las botellas lo dominan sólo tres empresas (Cattorini, Verallia y Owens-Illinois), hay dos de importación de corcho (Molinas Argentinas y RX) y dos de cajas (Cartocor y Zucamor). En el caso de los clientes internos, el canal supermercadista está manejado por un puñado de grandes cadenas, mientras que en el exterior apenas cinco países captan el 80% de las exportaciones (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Brasil y Países Bajos).

"Hoy la concentración de proveedores y de clientes lleva sin remedio a que las únicas bodegas medianas y chicas que van a sobrevivir serán las que logren diferenciación", dice Rafael Squassini, director comercial de , cuya marca emblema es Novecento. "La recesión y la inflación hacen que todo este proceso se acelere. Las firmas que tienen menos espalda para soportar la coyuntura son propensas a ser compradas por los grandes jugadores."

Según Susana Balbo, presidenta de (la cámara que representa a las bodegas exportadoras y promociona el vino nacional en el exterior), hoy son pocas las empresas a las que les dan los números para exportar vinos del segmento de precios más bajos, que rondan los US$ 10 en góndola y son los que hicieron fuerte al país en el exterior. "En el mercado interno también estamos apretados -señala Balbo, enóloga y dueña de la bodega Dominio del Plata-, porque nos aumentan los costos al ritmo de la inflación y el bolsillo del consumidor no convalida la suba de precios de nuestro producto."

Para llegar a este cuello de botella hizo falta que corriera mucho vino por las barricas. Hacia fines de los años 90, la Argentina comenzó una importante transformación en su industria vitivinícola: pasó de producir vinos genéricos de baja categoría a varietales de calidad, con una fuerte apuesta al malbec y al mercado externo. Esa reconversión significó una inversión de US$ 2500 millones, base de lo que en pocos años se convertiría en el...

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