Vínculo difícil: por qué los argentinos no confían en las empresas

La sociedad argentina muestra un marcado distanciamiento del mundo de las empresas. Al menos, eso es lo que se percibe al ver los altos y generalizados niveles de desconfianza hacia la mayoría de los sectores económicos. Este es un rasgo que diferencia a nuestro país de Colombia, Brasil y México, y que tiene impacto directo en la regulación de cada uno de los sectores económicos.

Las conclusiones surgen del estudio "Reputación corporativa y regulación en la región", elaborado por la consultora Quiddity, que es parte del grupo Untold. Según se desprende del trabajo, al que accedió en exclusiva LA NACION, el índice promedio de confianza entre todos los sectores económicos medidos es de 41% para la Argentina; 52% para Brasil, 58% para México y 62% para Colombia. Entre los cuatro países, se consideró la opinión de 3663 personas, a las que se consultó en forma online.

Luis Costa, director de Quiddity, dice que "claramente" la Argentina es el mercado más crítico. "La diferencia que hay entre la sociedad argentina y la de los países vecinos es muy marcada y da para el análisis. No hay mucho registro del empresariado argentino intentando comunicarse con la sociedad, ya que está el empresariado por un lado y el pueblo por el otro. Entonces hay mucho desacople entre lo que opina un grupo y otro", afirma el especialista.

¿Por qué esta lejanía entre empresas y ciudadanos? Aldo Abram, director de la Fundación Libertad y Progreso, ensaya una respuesta. "Desde la época del primer peronismo, hay una percepción muy negativa del empresariado. No hay que olvidar que en la marcha peronista se canta «combatiendo al capital». Y lamentablemente, creo que el populismo alimentó esa percepción, ya que no le cuesta nada armar un discurso en contra de los menos, que son los empresarios", opina.

Por un lado, el empresariado argentino ha hecho muy poco para que esa imagen cambie, con lo cual en definitiva dejó que se instalara ese mensaje en la sociedad como algo cierto. "Y a partir de ahí pasamos a otra cosa, que es el hecho de haberse (el empresariado) acomodado a gobiernos populistas que terminaron generando un capitalismo de amigos. Con lo cual, la sensación que tiene la gente es que realmente los que tienen dinero es porque han entrado en algún «chanchullo» con el Gobierno, a diferencia de lo que sucede con los ciudadanos en otros países", explica Abram.

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