Viejas y nuevas maneras de entender el mismo hábito

El videoclub no desapareció. Simplemente se adaptó a las necesidades, los gustos y los hábitos de consumo de una nueva era. Como ocurre con las disquerías, el viejo modelo de un único espacio físico con material de todos los géneros expuesto para ser visto, leído y tocado antes de ser llevado a casa quedó desplazado por otro virtual, más cómodo, más maleable, más acomodado a las necesidades y a los tiempos del consumidor.

Netflix y los otros servicios de películas y series on demand funcionan como el videoclub del siglo XXI. El consumidor ya no camina hacia un local para elegir a la carta la película o la serie que va a ver en su casa el fin de semana. Las películas van directamente a su hogar. El catálogo aparece en la pantalla y uno elige qué ver a cambio de un valor medido.

El nuevo modelo es tan exitoso que a la mayoría le parece definitivo y además opaca hasta hacer invisible todo lo que ocurrió en un pasado que no resulta tan lejano. Pero más allá de la aparición de prácticas novedosas (como esos atracones de series que pueden verse en temporadas completas a lo largo de una noche de insomnio) entre el viejo videoclub de barrio y las nuevas herramientas online, las diferencias son más de forma que de fondo, porque el propósito final no se altera. Todo, en...

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