Una vida leída

Imaginemos que en el último minuto se nos pidiera que respondiéramos por las lecturas de toda nuestra vida. ¿Qué responderíamos? ¿Cuántos palabras habría? ¿Cuántas letras y con qué sentido? ¿Cómo haríamos para acordarnos de cada cosa que leímos? Sic transit gloria mundi.

Ese censo final, esa comparecencia letrada, debería incluir las lecturas completas, las salteadas, las ocasionales, las abandonadas, las olvidadas, las repetidas, las escuchadas, las que hicimos en voz alta, las que hicimos en silencio, los libretos de las óperas, los subtítulos de las películas, los epígrafes de pinturas y de fotos, los mails, el misal, las notas de los discos.

Mucho de lo que leímos coincide con lo que leyeron otros (si no, no habría diálogo posible entre los lectores), pero nadie leyó exactamente los mismos libros que uno, ni uno los mismos libros que otro (sin esto, en dirección inversa, tampoco habría conversación). A ese coeficiente se lo podría llamar también "identidad".

Una de las maneras en las que la identidad precipita en palabras es la de la autobiografía. En Excesos lectores, ascetismos iconográficos (Ampersand), José Emilio Burucúa escribió una especie de rarísima autobiografía. El título lo dice ya casi todo: un derroche de letras y una abstinencia de imágenes (justamente de imágenes, en el caso de quien supo hablar de ellas mejor que nadie). Burucúa escribe su autobiografía como lector, y para un lector la autobiografía como lector es la autobiografía sin más. Un lector es aquello que lee, que leyó.

"Nunca me dio veneno la lectura", anota Burucúa en el prólogo. Nunca el acto de leer lo hirió, salvo en tres cartas personales, de las que el autor dice apenas y yo no diré nada por pudor. Como sea, los sobresaltos de la lectura (los suyos y los de todos los demás) no son los del dolor, aun cuando algunos libros puedan ser dolorosos (¿cómo no llorar al leer algunos cantos de la Divina Comedia?). Lo más fascinante de Burucúa como lector es el modo en que la erudición no se convierte en una simple adición (saber más, recordar más). No: la suya es una erudición que produce pensamiento.

Burucúa cuenta su apasionante...

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