Victoria o derrota heroica, las opciones de Cristina

La última guerra de Cristina Kirchner es por la conquista de la semántica. ¿Deberá llamarse default su cesación de pagos, si ésta ocurriera? ¿O deberá buscarse, como ella quiere, un término que describa a una Presidenta perseguida por jueces extranjeros, por acreedores insaciables y por conspiraciones de envergadura mundial? Esa guerra es la prueba de que no está dispuesta a dejar sus huellas en una solución, aun cuando ésta sucediera sobre la hora final.Sin embargo, hay negociaciones ocultas con bancos y, según versiones verosímiles, mensajes cifrados enviados al propio juez Thomas Griesa. Si se hace un esfuerzo de síntesis, la diferencia para encontrar una solución no es muy grande. Consiste en establecer cómo transcurrirán los próximos cinco meses, hasta el 1º de enero. Después, ya no tendrá vigencia la cláusula RUFO, que obliga al Gobierno a generalizar a todos los acreedores cualquier mejora parcial que hiciera a tenedores de bonos.La diferencia puede ser pequeña, pero el empeño político es grande. Cristina Kirchner se siente acompañada por gran parte de la comunidad internacional, sobre todo por Rusia, China y los países latinoamericanos. Descubrió que creció en las últimas semanas, según varias encuestas, el apoyo social a su modo de manejar la crisis con los holdouts. Arropada por esas adhesiones, sólo aspira a un triunfo o al default. A matar o morir, como suele decir ella cuando encara una negociación.Si siempre se negó a negociar con la oposición política algunos cambios en el presupuesto nacional, ¿por qué sería más flexible con los fondos buitre? Todo depende, de todos modos, del tamaño del enemigo y de la amenaza que éste presupone. La conservación del poder es el primer y el último objetivo de cualquier Kirchner que se precie de tal.Corresponden, a todo esto, algunas precisiones. Ni Rusia ni China ni ninguna nación latinoamericana entregarán luego sus vidas por la Argentina si ésta cayera en el segundo default de su deuda soberana en apenas 12 años. Ningún país se hará cargo tampoco de las consecuencias políticas, económicas y sociales internas de una nueva cesación de pagos. El apoyo social es contradictorio. Primero debe subrayarse que el 57 por ciento de los argentinos consultados opinan que el país debe pagar. Y un porcentaje amplio también es consciente de que las consecuencias del default serán muy graves para la economía cotidiana. El último default está demasiado cerca como para haberse borrado de la conciencia colectiva.Hay otra...

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