Otra vez a madrugar

La cuenta regresiva está por llegar a su fin -el inicio de clases es inminente-, y hay una escena que en estos primeros días de marzo se multiplica en miles de hogares. Padres e hijos enfrentados por la necesidad de que los relajados horarios de las vacaciones cedan ante la estricta rutina escolar. Es que durante los próximos 9 meses, llueva, haga frío (o mucho frío), haya luz o todavía sea noche cerrada, habrá que madrugar. En la casa de Mariano Juárez Goñi, a partir del próximo miércoles, el despertador comenzará a gritar a las 6.15.

En estos días cambia la rutina de toda la familia -admite Mariano, abogado de 41 años y padre de dos niñas y un varón-. Cuando empieza el colegio todos empezamos a cenar más temprano y tratamos de que los chicos se vayan cada uno a su cama a las 21.30, que se queden leyendo o haciendo algo, pero que apaguen la luz lo más temprano posible, porque sabemos que si se acuestan un poco tarde, a la mañana siguiente es complicado levantarlos. Y más todavía a medida que el año transcurre, y los chicos que empiezan el año con energía se van cansando y les cuesta cada vez más madrugar.

Pero ¿por qué es importante que los chicos se levanten tan temprano? ¿Rinden mejor en la escuela, aprovechan mejor el día, o es sólo costumbre o, incluso, una necesidad de los padres? En épocas en las que la flexibilización de los horarios laborales permite que muchas personas entren más tarde al trabajo (o incluso no tengan horarios fijos), algunas escuelas privadas se suman a esa tendencia y cambian los tradicionales horarios de entrada de las 7.45 o las 8, por las 8.30 o las 9.

La necesidad del (hasta ahora) inevitable madrugón escolar comienza incluso a ser cuestionada desde algunos sectores de la salud; basta con mencionar que expertos en medicina del sueño en un reciente encuentro científico en Estados Unidos recomendaron que las escuelas secundarias atrasaran sus horarios de entrada para proteger a los adolescentes del cansancio crónico que suelen padecer.

"Un chico que descansa poco no rinde, es básico: si dormimos mal no rendimos al otro día", advierte la psicopedagoga Elvira Giménez de Abad, para quien el problema no es que los chicos entren al colegio a las 8, sino que el ritmo de vida de las familias no concuerde con la rutina necesaria para cumplir con ese horario. "Los chicos hoy se acuestan tarde, hay televisor y computadoras en los cuartos, e incluso los padres también se acuestan tarde, y el resultado es que a la mañana...

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