La verdad detrás del nuevo relato

"Cometimos un error garrafal. Le regalamos la épica a la oposición", se horrorizaba un integrante del área de comunicación del Gobierno el jueves 19. Tenía los diarios sobre la mesa y miraba las fotos de la marcha de los paraguas. El kirchnerismo piensa la política como teatralidad y esas imágenes conmovedoras bajo la lluvia le arrebataron el monopolio del efectismo cinematográfico. A esa misma hora, mientras el dramaturgo de Balcarce 50 se lamentaba, un fiscal, que había sido vivado por la multitud en la víspera, recibía en su despacho a doce colegas.

Aunque también deslizó alguna línea sobre el poder económico. Nisman merecía el homenaje sólo de su familia (ni siquiera el de ella), insinuó, y, por lo tanto, lo que sucedió en las calles el miércoles último fue una sublevación contra su gobierno.

La reacción presidencial no sólo advierte sobre el decurso febril y furioso de los próximos diez meses, sino también sobre la magnitud de la herencia que recibirá el próximo presidente. Cristina no se detiene en las consecuencias de lo que hace y dice: dinamitó, en efecto, su relación con el Poder Judicial y con un enorme sector social, que pertenece a los decisivos estratos medios de la sociedad. Lo que sigue de aquí en adelante no puede ser otra cosa que una nueva escalada de su radicalización extrema. La Presidenta ha decidido, al mismo tiempo, inscribir el peor recuerdo de su gestión para los tiempos en los que ya no estará en el poder, dramáticamente próximos.

El poder supuestamente conspirativo vive una atmósfera menos delirante. Vale la pena consignar un ejemplo. El fiscal Germán Moldes y Julio Piumato, el máximo dirigente sindical de los empleados judiciales, no se hablaban desde hacía décadas. Los dos militaron en corrientes distintas del peronismo en los años 70 y ambos sufrieron la cárcel y la tortura durante la dictadura. Dos días antes de la marcha del 18-F debieron participar de una reunión con el resto de los fiscales para organizar la manifestación. Cuando se encontraron después de tantos años de distancia, Moldes dudó durante un segundo fugaz y luego corrió para abrazar a Piumato. Así, abrazados, estuvieron durante varios minutos, mientras los dos lloraban desconsoladamente. "Otra vez tenemos un muerto", se repetían uno al otro.

Los otros fiscales, que pertenecen a una generación más joven, observaban entre sorprendidos y conmovidos. "Yo tenía la piel hecha un gallinero", contó uno de los asistentes. El pasado parecía resolverse...

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