Una venganza personal, en la armonía colectiva

Tigre es un equipo alegre. Al menos hoy, al menos ahora, es un conjunto atrevido, que prefiere bailar, aunque no siempre lo consigue. Trastabilla, a veces; se traba las piernas, no siempre anda sincronizado. Cuando puede, cuando lo dejan, danza en las nubes. Racing es un conjunto triste. Al menos hoy, al menos ahora, es un equipo que se duerme mientras patea. Hay que despertarlo, hay que darle vitaminas para que reaccione de una buena vez. Ni puede ni lo dejan: los pibes son unos insolentes, pero en el peor significado del término. En lugar de faltarle el respeto con energía a su adversario, viven en una eterna siesta. No están atrapados en la táctica y la estrategia del pizarrón: corren dormidos, como si se tratase de sonámbulos que hablan solos. No se comunican entre sí.Tigre no tiene figuras y muchos de sus soldados peinan canas, casi de vuelta en la rueda del fútbol. Racing tiene promesas y muchas de sus jóvenes joyas de pronto van conociendo los asuntos de la fama. Ocurrente Tigre, le gana transpirando lo justo por 3 a 1 a Racing, que ni siquiera superado deja su cuerpo magullado ni descomprime la gota gorda. Tigre gana por su tarde iluminada, Racing pierde porque vive ensombrecido. Y entre ellos, entre las luces (acaso, temporarias) de uno y las sombras (que amenazan con instalarse) de otro, asoma la cabeza un viejo artillero con sed de venganza. Pepe Gol. Sand, el goleador furioso, dolorido, vengativo.El partido va 2-0, con dos joyas de Sergio Araujo, el pibe que casi no tuvo sitio fijo en Boca. Celebra los goles. Su cuerpo desprende alegría. Veloz, captura un pase de Peñalba del centro a la izquierda, levanta la cabeza y apunta al área, allí en donde convive el número 9. El goleador y el arco. Sand y Saja, que ya ni protesta mientras sufre a distancia los desatinos múltiples del equipo que capitanea, como el tozudo Migliónico. El balón va hacia Sand, que envía la pelota a la red de su ex equipo. No hay ley del ex: es la venganza de los dioses. Oscuros, misteriosos, rabiosos. Sand no festeja. Pero grita. Se desahoga, primero, con sus compañeros, que tratan de contenerlo, de calmarlo. Por un instante, hasta le tapan la boca, desatada, envuelta en una ebullición mayúscula. La "o" bien grande, gigantesca, del gol, un pecado que no sentía desde, exactamente, un año atrás: el 19 de agosto pasado le anotó dos a Independiente.Desde ese impacto, actuó en 19 partidos (algunos, los primeros, como titular; los últimos, de recambio) en Racing y siempre fue...

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