Varela rockea: la voz del tango le pone el alma al cancionero popular

"Ahora que todos quieren cantar tangos, yo saco un disco de rock, y cuando nadie cantaba tangos, yo empecé a cantarlos". La voz de Adriana Varela se espesa a medida que sale de su boca y queda flotando en el ambiente como si fuera el humo de una fábrica en Avellaneda, nombre que le dio a su nuevo álbum de versiones rockeras. Hay un salto cuántico entre aquel disco debut que grabó en 1993, en que cantaba con voz de tango: "Fui como una lluvia de cenizas y fatigas, en las horas resignadas de tu vida", y este nuevo álbum de 2017 en que frasea con espíritu punk aquello de "El futuro llegó hace rato, todo un palo, ya lo ves".

Sin embargo, en su primer disco, Maquillaje, ya había un guiño al rock. Lo grabó con Litto Nebbia, padre fundacional del rock argentino, a través del sello Melopea. En el repertorio había tangos como "Fuimos", "Soledad", "Afiches", y el bonus track de "Un vestido y un amor", de Fito Páez, una canción más cercana a su generación. Tenía 31 años.

Adriana Varela mantiene ese espíritu rebelde y desprejuiciado que funciona como nexo entre su debut tanguero y el presente rockero interpretando otra lírica urbana. "Con el Polaco Goyeneche siempre hablábamos de lenguaje, no de música -afirma Varela-. De mi esencia vívida y apasionada sale esta forma de cantar para que me entiendan siempre la letra".

Venticuatro años después de ese álbum debut, se sigue tratando del lenguaje de una generación y no de una música. Editó Avellaneda, producido artísticamente por su hijo Rafael Varela, una joya de catálogo dentro de su discografía y a la vez una rara avis para su repertorio tanguero. El disco remite a su barrio y su vínculo de la adolescencia con una lírica urbana que le cala perfectamente a su voz en las versiones que estampa de "Avellaneda blues", de Manal; el dúo con Mollo en "Todo es hielo en mi ciudad", de Almendra; el ambiente noctámbulo que logra en "La despedida", con Fito Páez al piano; la subyugante veta pop que consigue en "Adiós", de Cerati, y hasta la oscura gravedad de "Todo un palo", de Los Redondos, y "Mañana en el Abasto", de Sumo.

"Lo que me alucina es que en los noventa no escuchábamos un puto tango -recuerda ahora Varela-. Yo empecé a cantar tangos por la película Sur y todos pensaban que me había brotado. Realmente me enamoré del tango porque hablaba de una Buenos Aires que yo no conocí. Ahora sentí que tenía que homenajear a mis pares, a los poetas argentinos rockeros de mi generación, a quienes cuando no cantaba los...

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