Si vamos a pedir tiempo, seamos ambiciosos

Los buenos profesores nos enseñan que el mundo no cabe en una fórmula y siempre puede ser más rico y complejo de lo que creemos. En la secundaria, tuve un profesor de filosofía que, lejos de recitar un manual, llevaba a la clase aquellas preguntas que lo desvelaban. Nos alentaba a pensar y a cuestionar lo dado. Eso, en un colegio religioso, era un salvoconducto hacia la libertad. En una de las pruebas escritas en que los alumnos filosofábamos con impunidad, yo escribí que el hombre, con su capacidad de abstracción, había elegido ordenar la realidad desde las matemáticas. A los pocos días me devolvió la hoja con una pregunta anotada: ¿no podía ser acaso que las matemáticas precedieran a la realidad y la Creación hubiera sido vertida en ese molde?

Me acordé de esto cuando leí que el Servicio Internacional de Rotación de la Tierra y Sistemas de Referencia decidió agregar un segundo al día 30 de junio. Usted no lo habrá notado, pero este martes no duró 24 horas de 60 minutos de 60 segundos, sino un poco más: tuvo un latido extra que permitió alinear la díscola realidad con el orden perfecto y preciso de los números.

La cosa es así. En el mundo, el Tiempo Universal (UT) depende del paso del Sol por encima del meridiano de la localidad inglesa de Greenwich. Es decir, depende de la rotación de la Tierra. El problema es que el planeta, a causa de las mareas y otros caprichos, tiene tendencia a frenarse, razón por la cual los científicos crearon un reloj más confiable. Así nació el Tiempo Atómico Internacional (TAI), donde un segundo siempre dura lo mismo. Imagine usted al UT y al TAI como una de esas parejas que, por más que lo intentan, no puedan acompasar el paso y se van alejando de a poco, pero inexorablemente. Con el segundo que le han agregado al martes pasado, entonces, volvieron a poner en caja la realidad para que responda a la idea.

Como se ve, hay gente empecinada en vivir en la caverna de Platón, y tal vez sea necesaria para que el mundo no se desmorone. Ante ellos, mi profesor se hubiera preguntado: ¿llevan la realidad a una perfección preexistente o la fuerzan en virtud de un orden imposible? Con la impunidad de siempre, yo me inclinaría por la segunda hipótesis y, en consecuencia, perdido por perdido, les pediría a los científicos que la próxima vez que regalen tiempo sean un poco más desprendidos. Porque eso es lo que todos queremos y lo...

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