El valor de las cosas

Los argentinos se enfrentan diariamente a un fenómeno que, por permanente y habitual, no deja de generar sorpresa y desagrado. Los bienes o servicios que se compran cambian de precio y, por cierto, rara vez lo hacen en sentido descendente. Es común escuchar: "No hace mucho con 100 pesos llenaba un carrito y, hoy, con eso, no compro casi nada". La apreciación de mucha gente es que crece el valor de las cosas.Hay pocos que miran esta situación de la forma en que realmente ocurre: se reduce el valor de nuestro peso. Esta diferencia en la forma de mirar el fenómeno inflacionario no es banal. Cuando se comprende que es la moneda la que se deprecia, se entiende mejor la raíz del problema. La inflación no es consecuencia de que los comerciantes o productores decidan caprichosamente remarcar los precios. Éstos se modifican porque hay inflación, y no al revés. Sin entender esta causalidad resulta difícil explicar por qué hemos tenido períodos de estabilidad con la misma estructura productiva y comercial, y con seres humanos similares a los que hay en períodos de inflación.Más allá de las condiciones de competencia interna y externa, el diagnóstico y las soluciones pasan por la macroeconomía y tienen que ver principalmente con el manejo fiscal, la expansión monetaria, el balance de divisas, la política cambiaria, y la confianza de consumidores e inversores.La salida de las hiperinflaciones no ha pasado nunca en la historia del mundo por castigos a comerciantes ni por controles de precios. La solución se ha encontrado con reformas monetarias que permitieron transformar una moneda sometida a intensa desvalorización y repudio, en otra confiable. El caso más cercano en nuestro país es el de la convertibilidad instrumentada en 1991. La atadura del peso al dólar bajo una regla creíble permitió pasar de la hiperinflación a la estabilidad sin cambio de los actores de la economía y la sociedad. El fracaso de ese instrumento después de diez años sin inflación no tuvo que ver con la moneda en sí, sino con el déficit...

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