El valiente oficio del cronista, de Ignacio Ezcurra al tiempo virreinal

"Llegó a Vietnam con un consentimiento de LA NACION arrancado a fuerza de convicción e insistencia. Envió unos pocos despachos, vibrantes, certeros. Lo último que dejó escrito sobre su máquina de escribir, antes de salir de apuro hacia el explosivo barrio de Cholón, fueron nueve palabras: ‘Saigón, 8 de mayo. Correrá mucha sangre en mayo…’. La profecía de su propio destino". Así cuenta los últimos momentos de la vida de Ignacio Ezcurra una muestra que ayer se abrió en el Museo Pueyrredón, en San Isidro, y que rinde homenaje al periodista de esa localidad asesinado hace 50 años durante la guerra de Vietnam.Viajeros en el tiempo, Ignacio Ezcurra y la tradición de la crónica, organizada por la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro con la colaboración de LA NACION y el auspicio del Grupo Asegurador La Segunda, pone a ese género periodístico en el centro de relatos contados con una máquina de escribir o una cámara fotográfica, un pincel o una pluma, durante el siglo XVIII en territorio rioplatense o dos siglos más tarde en aquel lejano país asiático."Es bueno que sea interpretada como una historia visual y escrita del encuentro de dos mundos, el Viejo y el Nuevo, y de las contradicciones y las aventuras que esos encuentros generan -explica Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria de Cultura de San Isidro y curadora de la muestra junto con Cecilia Lebrero y Patricio López Méndez-. Es más interesante que pensarla en el formato de género, pintura, fotografía, periodismo, literatura. Los recursos de estos géneros son utilizados aquí con un propósito urgente, el de contar a otros lo que desborda los ojos y el alma. El formato de la crónica viajera es peculiar, ya que trata de comunicar con la mayor precisión posible lo que otros solo verán a través de los ojos del cronista".La visión de Encarnación Ezcurra, hija de Ignacio, es más íntima: "Me emociona ver cosas que hemos tenido en casa tanto tiempo presentadas al público, nada menos que en San Isidro, justo 50 años después de su muerte. No lo planeamos, pero creo que no podría haber sido de otra manera. Me conmueve no ya el material, que me es familiar, como el efecto: el trabajo del equipo que armó la muestra, los comentarios que despierta, los recuerdos de una época y un ideal que Ignacio representa, la admiración por una vocación, y que esta sea el periodismo, y la estela de tristeza y orgullo que dejó en su familia".Hay además una producción que integra dos obras del consagrado Prilidiano...

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