Una usina que no arrancó bien

A la apertura de la Usina del Arte, ese magnífico edificio ubicado en La Boca, asistió en pleno el gobierno porteño y buena parte de la comunidad artística local. Fue una noche glamorosa con gente glamorosa que recorría el impactante palacio mientras se degustaba un excelente menú criollo de autor. Pero a partir de esa noche de luces, el panorama se fue ensombreciendo. Por lo pronto, la escasísima difusión para la escasa programación a la cual tuvo acceso el público hizo que los primeros pasos de la Usina no estuvieran a la altura de las circunstancias. Sumado a eso, hubo problemas de producción.Por ejemplo, Ricardo Swzarcer y Gustavo Mozzi, director y vicedirector, respectivamente, de la Usina, convocaron a dos artistas japoneses de vanguardia a quienes no les falta ni legitimación internacional ni producción. Sin embargo, fueron programados en el Teatro 25 de Mayo, de Villa Urquiza. Al parecer, ese desplazamiento geográfico se debió a que en el inmenso edificio -en el cual se invirtieron más de 100 millones de pesos y en donde sí se había podido instalar el servicio de catering para unas 2000 personas- no se pudo armar la cámara negra que requerían sus propuestas. Así, las dos actividades internacionales se tuvieron que presentar en otro sitio cuando la idea era que el vecino de la ciudad conociera el nuevo centro cultural.La falta de difusión alcanzó niveles insospechados. El miércoles, la noche de apertura, Ryoji Ikeda, uno de los artistas invitados para la ocasión, escribió asombrado en su muro de Facebook que no había una página de la Usina con información detallada y que uno de sus trabajos había sido mudado a otro sitio. Su compatriota, el coreógrafo Hiroaki Umeda, intentó suplir la falta de información anunciando en su propio muro de Facebook que iba a estar en el Teatro 25 de Mayo. Claro que el enlace que adjuntó remitía a una sala de igual nombre, pero de Santiago del Estero.El resultado de esta falta de información estuvo a la vista: poquísimas personas vieron el trabajo de Ikeda en Villa Urquiza. Para la función tampoco hubo un programa de mano que contextualizara la búsqueda de este creador. Por suerte, Datamatics, el trabajo visual y sonoro que presentó en la despoblada sala, se impuso por sí sólo. Durante una hora, su dura y radical propuesta zambulle al espectador en un viaje hipnótico que tiene tanto de recorrido cósmico como de perturbador tránsito por el sistema neurológico. Ikeda -para entender la dimensión de este artista que lleva...

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