Unir buenas ideas, capacidad y esfuerzo suele dar resultado

La búsqueda de energías limpias para mover vehículos no es nueva, pero en los últimos años, especialmente desde los 90, las automotrices de todo el mundo comenzaron a presentar modelos innovadores. Se desarrollaron distintas alternativas, y mientras algunas marcas apostaron fuerte por los autos eléctricos (sólo eléctricos o híbridos acompañados además por un motor de combustión interna), otras pensaron que el uso de hidrógeno como combustible sería la mejor alternativa.Con cientos de ideas en carpeta, ingenieros de todo el mundo pusieron manos a la obra. El primer paso fue analizar la factibilidad técnica; una vez que la cosa funcionó, fue momento de estimar sus posibilidades comerciales.A principios de 2000, pude probar en Alemania un BMW Serie 7 impulsado por hidrógeno. Ese modelo de lujo, del que se produjeron unas 100 unidades, utiliza un motor naftero de 12 cilindros en V adaptado y está equipado con un cilindro de acero en el baúl para almacenar el combustible (bastante parecido a los que nosotros conocemos con GNC). Como resultado de la combustión, en lugar de gases contaminantes el auto arroja agua a la atmósfera. Esos autos existen y funcionan a la perfección, pero el fabricante alemán tuvo que construir algunas estaciones de servicios robotizadas para llenar los tanques con hidrógeno a 253 grados centígrados bajo cero.Otra tecnología desarrollada por varias marcas también utiliza hidrógeno, pero en lugar de un motor de combustión interna tienen celdas de combustible que generan electricidad y de ese modo impulsan un motor eléctrico. Esa tecnología también existe. Pero...

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