Los últimos cultores de la mecanografía

Pueden ser "bichos raros" por usar una tecnología que ya no se fabrica, que es imposible comprar para estrenar y para la cual es difícil encontrar repuestos que aún sirvan. Pero, aunque son pocos y no se los encuentra fácilmente, aún hoy existen mecanógrafos o simples apasionados que mantienen activas máquinas de escribir que ya tienen 25, 50 y hasta casi 90 años de antigüedad.A unos los halaga la "música" del "clac-clac-clac" al apretar las teclas; otros hablan de su practicidad para hacer formularios o documentos, y existen incluso algunos "resignados" que las "soportan" por obligación. Aquí, sus historias.Los enamorados del tecladoAbel Posse mueve tan rápido los dedos que parece saber de memoria dónde está cada letra. Sonríe, como disfrutando del ruido que se escucha. El escritor y ex diplomático no usa computadora: escribe todos los días a mano para después sentarse frente a alguna de sus dos "compañeras de la vida" -como llama a sus máquinas de escribir- para asentar la última versión.Posse dice que cuida "con mucho cariño" las dos máquinas que tiene: una Continental, alemana, de 1917, que su mujer pintó de amarillo, y una Underwood, de 1930 y de EEUU, pintada de rojo. Cada una pesa unos 10 kilos, y dice haberlas comprado "por nada" cuando estuvo como embajador en Praga, República Checa."Como escribo literatura no tengo apuro; ya me acostumbré a la máquina y me encanta su música", dice a LA NACION Posse, que tuvo su primer acercamiento con esta tecnología a los 19 años.Alguien que también disfruta de estos aparatos es el filósofo Santiago Kovadloff, que tiene una Olivetti Lettera 32 -aquella popular portátil verde pastel fabricada en la década del 60- y una Remington, más grande y pesada. "Tengo dos porque de todo tengo un par: dos cepillos de dientes, dos cuentas bancarias", cuenta entre risas Kovadloff, que compró sus máquinas hace unos 25 años a un técnico que las revisa cada tres meses."El teclado es muy placentero, tiene algo de lo que César Tiempo llamaba «el pianito de escribir». Hay una sonoridad que me conmueve", explica el escritor y ensayista.Pero los enamorados del sonido y de los tipos gráficos no son sólo intelectuales. Roberto Auñón, un productor agropecuario de 76 años que vive en Núñez, escribe diariamente cartas a LA NACION para participar del "correo de lectores" en una Olivetti Lettera 32 de 1968, que era de su hermana. "Me podría considerar un analfabeto del siglo XXI, pero cuando estoy escribiendo con la máquina me olvido de...

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