El ultimátum de Cristina Kirchner al sistema

La banalización de un eslogan ("Luche y vuelve") y de un concepto ("proscripción"), que volvieron a agitarse fuerte en el "operativo clamor" del acto de ayer, implican una burla a épocas pretéritas del peronismo en que supieron estar llenos de contenido indiscutible. Ahora, en formato de farsa pendenciera, emplazan al sistema democrático como nunca ha sucedido desde 1983.

Asimilar la proscripción concreta que atravesó al peronismo entre 1955 y 1973 -impidiéndole competir en los procesos electorales que sucedieron en ese lapso y solo de manera condicionada sobre el final de dicho período- y el "luche y vuelve", que aludía a las restricciones que impidieron a Juan Perón hacer política y moverse libremente en el país en aquellas épocas, a la situación de la principal referente de ese espacio en el presente resulta disparatado.

Está a la vista el porqué: mal que le pese, es la autora intelectual del andamiaje del actual gobierno nacional; ocupa (por decisión propia) el segundo puesto de mayor rango institucional (la vicepresidencia de la Nación) y su poder de fuego político sigue siendo considerable. Por lo tanto, no puede volver de donde nunca se ha ido, que es su absoluta centralidad del fallido esquema de poder actual.

En sus primeros 29 años de los 77 que ya ostenta el justicialismo de vigencia sobre la vida argentina, la marca de su fundador fue insuperable e indiscutida. Pero a partir de su muerte, en 1974, se consolidó como un vehículo de poder muy laxo que fueron manejando distintos "inquilinos" de esa cofradía, inclusive muy antagónicos entre sí, de privatistas a ultranza a cuasi bolivarianos.

Así, el peronismo pudo expresar sucesivamente, y hasta a veces al mismo tiempo, a una esperanzadora renovación, a una rancia ortodoxia, a la era "neoliberal" de Carlos Menem, a las veleidades extremadamente fugaces de otro caudillo provincial, como Adolfo Rodríguez Saá, al afán de reparación institucional, tras la hecatombe de 2001, del máximo barón por excelencia del conurbano, Eduardo Duhalde y al empoderamiento sindical y piquetero.

Todos los esfuerzos por democratizar y ampliar la representación democrática del "movimiento" justicialista -encarnados por distintas figuras a lo largo del tiempo como Domingo Mercante, Antonio Cafiero y José Octavio Bordón, entre otros- no prosperaron y cayeron frente a las opciones más hegemónicas del momento que a cada uno le tocó transitar.

Ya hace veinte años, el kirchnerismo viene siendo el "inquilino" más...

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