Tzvetan Todorov: el intelectual que convirtió la literatura en una herramienta para estudiar la memoria

Tzvetan Todorov es el ejemplo más perfecto de esa idea de Beatriz Sarlo según la cual quien se formó en la crítica literaria tendrá después el instrumental teórico necesario para estudiar críticamente otros objetos, ya sea que estén o no hechos de palabras. Todorov se desplazó del análisis de cuño estructuralista a la historia de las ideas y de allí a la estética.

Todorov murió ayer, en París, a los 77 años, a causa de complicaciones derivadas de una "enfermedad neurodegenerativa". La hija del autor comunicó la noticia y agregó que Todorov había terminado su último libro, que saldrá en marzo y que, no casualmente, se llama Le triomphe de l'artiste (El triunfo del artista). Fue director del Centre de Recherche sur les Arts et le Langage, profesor en las universidades de Columbia, Harvard y Yale, doctor honoris causa por la Universidad de Lieja y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008

Todorov había nacido en 1939 en Sofía y, después de estudiar filología en Bulgaria, se instaló en París hacia 1963 y se formó a la sombra de Roland Barthes, que en cierta manera terminó siendo para él un modelo intelectual (también, y antes, el propio Barthes se había convertido en un formidable crítico cultural).

Para entender este período de formación hay que remontarse al número 8 de la revista Communications, publicado en 1966 por el Centro de Estudios de Comunicaciones de Masas de la École Pratique de Hautes Études de París. Con pocas páginas de distancia, estaban allí los escritos "Introducción al análisis estructural de los relatos", de Barthes, y "Las categorías del relato literario" de Todorov. Todo ese número había sido probablemente la tentativa más orgánica de definir los modelos del relato desde los tiempos de los formalistas rusos. La referencia no es arbitraria. Todorov mismo había sido quien, en el volumen Teoría de la literatura de los formalistas rusos (1965), se encargó de poner en circulación los textos fundamentales de Viktor Shklovsky, Iuri Tinianov y, sobre todo, Vladimir Propp. De ellos, Todorov aprendió un modelo del relato que luego puso en práctica como análisis estructural en una retórica muy semejante a la de los formalistas. En Crítica de la crítica (1991), el propio autor definía así su fascinación por los formalistas: "La primera impresión consistía en este descubrimiento: se podía hablar de la literatura en forma alegre, irreverente, inventiva; al mismo tiempo, sus textos...

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