TV Pública, en busca de su imagen

Creer que la TV Pública tiene desde el lunes pasado una nueva programación es un gigantesco error. Lo que el canal oficial hizo durante la última semana es poner en marcha ese ejercicio sólo en algunas franjas horarias y espacios estratégicos. Faltó solamente Alfonso Prat- Gay para extender al más importante de los medios públicos el leitmotiv que inspira la gestión de los asuntos económicos del gobierno actual: el gradualismo como criterio rector de un proceso en el que primero las cosas se normalizan y bastante más tarde se transforman. Ya lo había anticipado Hernán Lombardi, virtual ministro del área, el 19 de diciembre pasado en su cuenta de Twitter: "El futuro se construye con firmeza, paciencia y visión estratégica. Paso a paso".

Como los equipos de fútbol que después de una temporada de magros resultados arrancan una nueva etapa con la consigna de armarse de atrás para adelante, los responsables de la TV Pública empezaron justamente por la retaguardia, si podemos llamar así al eje que integran la mañana y la primera tarde. Junto a esos dos segmentos horarios, el otro elemento que mostró su nueva cara es la estructura informativa.

Este punto es esencial, porque los informativos funcionan como columna vertebral de todo canal de aire. Y esto ocurre todavía con más fuerza en las señales públicas, que funcionan todo el tiempo en una tensión constante entre su esencia (expresar la dinámica de una sociedad pluralista y diversa) y la eterna tentación de los gobiernos de aprovecharlas en función de sus propios objetivos circunstanciales. Esta última dimensión funcionó como ley de hierro en la Argentina desde los comienzos de su historia televisiva, en 1951, y continuó hasta hoy con escasísimas excepciones.

El kirchnerismo llevó esa tesis a su máxima expresión: como el gobierno representa más y mejor que nadie el interés público, los medios públicos deben ponerse al servicio de esa idea. Cualquier otro mensaje sería visto a partir de esa idea como contrario a los intereses nacionales y hasta antipatriótico, aunque provenga del interior de esa misma sociedad. Sólo a partir de esta idea fuerza se entiende la imposición de 678 en el horario central. Un programa que entendía el periodismo como instrumento de propaganda, que defendía con fervor religioso al gobierno de los Kirchner y con el mismo énfasis denigraba a quienes pensaban otra cosa, y que manipulaba a sabiendas sus "informes" para dividir al mundo entre buenos (ellos) y malos (todos los...

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