La TV y el juego de las diferencias

Pasaron apenas tres años desde su aparición, pero ya se admite sin discusión que el premio más representativo de todo el año televisivo es el Tato. Ninguno tiene tanto alcance: 2000 representantes de todas las ramas de esa industria (incluyendo a la prensa especializada) están en condiciones de votarlo. A la vez, es el único que reconoce la tarea técnica y artística de quienes están detrás de las cámaras: dirección, producción, iluminación, escenografía, edición, vestuario.Tal presencia, destacada en las 49 categorías que repartió estatuillas en esta tercera entrega, debería alcanzar a priori para que se note con mucha claridad la separación entre los Tato y otros premios legitimados por el mundillo televisivo. De ellos, el Martín Fierro es el de mayor exposición.Pero anteanoche ese preciso matiz diferenciador se evaporó por arte de magia. Gracias a la magia de la televisión, podría decirse con cierta malicia. Si no fuese porque el Tato premió a la programación 2013 muchos hubiesen pensado que lo que ocurría era la repetición exacta de la última entrega del Martín Fierro. En el mismo lugar (el Teatro Colón), con la misma rutina (una sucesión interminable de presentaciones, anuncios y agradecimientos sin otro agregado), la misma logística para su emisión televisiva, la misma pantalla (El Trece) y hasta la misma división entre premios de primera y de segunda. Como ocurrió en el caso del Martín Fierro con los premios de la radio, aquí también hubo rubros que no fueron evaluados como relevantes para merecer un lugar en la ceremonia principal.Lo llamativo es que esos rubros descartados y apenas mencionados al paso durante los cortes publicitarios fueron, precisamente, los que marcan la gran diferencia entre los Tato y los demás. Así, el propio mundillo televisivo perdió la oportunidad de celebrar con todos sus artífices y hacedores (las caras famosas y las que no conoce nadie) su gran fiesta anual, que en sus orígenes la Cámara Argentina de Productores Independientes de Televisión (Capit) imaginó sin tanto glamour ni exposición mediática, sino como un encuentro de genuina y distendida confraternidad.En vez de rostros sonrientes, lo que se vieron fueron expresiones más bien incómodas y decepcionadas. Los premios artísticos y técnicos se entregaron a las apuradas, en un lugar incómodo y sin la mínima relevancia a su alrededor. Lo mismo ocurrió con los premios para el cable.Este cambio de rumbo (que según todos los indicios impulsó e impulsará más de un debate...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR