Tucumán, una provincia donde todo se puede comprar o vender

Ya pasaron las dos primeras y multitudinarias marchas contra el gobierno de José Alperovich, es miércoles, y la moza de un bar sin lujos frente a la plaza Independencia no quiere dejar pasar la oportunidad. "¡Hoy hay otra... si Cano me da algo le llevo a los chicos, a la familia, le llevo todo!" se ríe la empleada, mientras sus compañeros de trabajo le festejan la humorada.

¿Humorada? No parece, en una provincia que quedó al descubierto la semana última por su obsoleto y tramposo sistema de votación; por la vocación piromaníaca de varios punteros del peronismo (y también de algunos representantes de la oposición); por la violencia de un sistema policial heredado de las cruentas épocas de sangre y fuego comandadas por Antonio Domingo Bussi. Pero, por sobre todo, donde todo parece poder comprarse o venderse.

¿Cómo explicar, cuando todo parece dicho, el fenómeno tucumano? Los veinticinco mil candidatos de quinientos partidos que se presentaron en estas elecciones sumando todas las categorías son, para el alperovichismo, una muestra de libertad y participación, mientras la oposición lo ve como "un negocio, porque todos los partidos que se generan por el sistema de acoples son financiados por el Estado y terminan trabajando para los candidatos a gobernador y vice", reflexiona Pablo Walter, encargado para el NOA del armado nacional de Pro y ex senador con pasado en Fuerza Republicana.

Un remisero que recorre el municipio de Alderetes rumbo al centro lo explica más fácil. "Es que todos quieren el cargo. Y después se jubilan, señor", resume. Y dice no haberle creído a nadie: ni a Palito Ortega, "que escondía las villas"; ni a Bussi y su mano de hierro, ni a Miranda, ni a Alperovich. Ni a los que vendrán.

El "qué me das" explica la ecuación "un bolsón por un voto". El que lo acerca en las barriadas pobres cree que con ese gesto ya merece el voto. Quien la recibió teme represalias, que le quiten...