Tsonga contra el fantasma de Noah

PARÍS.– Yannick Noah no tiene puesta la muñequera con los colores de la bandera de Camerún, el país de su padre, como aquella tarde en la que conquistó Roland Garros. Luce mucho menos pelo que hace 32 años, cuando venció a Mats Wilander en la final parisiense. No está en Francia desde hace unos días; su vocación musical lo encontrará esta noche sobre un escenario en Rabat, donde cantará en un festival. Durante los primeros días del torneo, el ex número 3 del circuito acompañó a Lucas Pouille (21 años, 90°), pero parece estar en otra sintonía. El tenis ya no ocupa sus espacios en blanco. Claro que los alaridos que dio Jo-Wilfried Tsonga en el ardiente Philippe Chatrier deben haber llegado a Marruecos.

El fantasma del último francés campeón en el Bois de Boulogne sobrevuela el estadio, como cada temporada desde 1983. Sin embargo, el tenista con aspecto de boxeador está logrando superar exámenes espinosos como para que el público local no se sienta tan frustrado si es que el maleficio no se hace añicos el próximo domingo. Tsonga, a los 30 años, avanzó a las semifinales luego de ganar un partido, frente al eléctrico Kei Nishikori, de esos que antes perdía por su inestabilidad emocional. Como si fuera Alí o Mayweather, se cimentó sobre la línea de base y arrolló al japonés en cada intento, en cada estrategia, en cada combinación de golpes. Rápidamente se adelantó 6-1 y cuando estaba por sacar (5-2) para cerrar el segundo set, sucedió algo verdaderamente insólito que le añadió suspenso. Un panel metálico colocado sobre uno de los marcadores del estadio se desmoronó, golpeando a algunos espectadores. El partido se interrumpió durante media hora y, al regreso, Nishikori fue otro. La psicología entró en juego. Decidido, el jugador entrenado por el argentino Dante Bottini y Michael Chang le quebró el servicio a Tsonga y llegó a ubicarse 4-5, pero el europeo ganó el set. Envalentonado, el oriental aprovechó que Tsonga bajó la guardia y logró el tercer y cuarto parcial, por 6-4 y 6-3. Los franceses temieron lo peor, pero el N° 15 del mundo se contagió del ambiente y, con resistencia y un estado atlético fenomenal, logró tumbar (6-3) a Nishikori. Lo que llegó después fue un desahogo emocional. Tsonga escribió sobre la superficie anaranjada "Roland je t’aime (te amo)" y se arrojó sobre el polvo, se desvistió y lanzó la remera, las muñequeras y las toallas al público.

"El sueño de todos es mi mismo sueño. Roland Garros es un torneo emocionante, es nuestra...

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