Triunfos y derrotas de Cristina Kirchner

Cristina Kirchner y Florencio Randazzo hicieron un aporte invalorable a la sinceridad política. Una le saco el velo a : Daniel Scioli es y será ella. El otro mostró el ejemplo de que a Cristina se le puede decir que no, aunque para hacerlo redactó una carta con las reverencias propias de las monarquías absolutas que ya no existen. Sectores empresarios y judiciales se estremecieron con la como reaseguro de la continuidad cristinista. A su modo, Scioli había convencido a esos círculos de que él sería un cambio lento, pero cambio al fin, de la era kirchnerista. La ilusión llegó a su fin. Cristina retendría importantes resortes de poder en un gobierno sciolista.

Una placidez inédita en los últimos años rodea desde el martes a Scioli. Por fin, es candidato, de lo que no estaba seguro hasta su última conversación con Cristina en Olivos. En esa reunión no se dijo lo sustancial. Los dos habían perdido.

Cristina no pudo prescindir de Scioli (atajo que buscó desesperadamente en el último año) y Scioli no pudo desobedecer a Cristina (rebeldía inverosímil para cualquiera que conoce al gobernador). La guerra fría entre ellos terminó como suelen terminar las guerras frías: con la disuasión mutua; es decir, con la impotencia de los dos. A estas alturas ya está claro que a Scioli sólo le importa ser presidente, no cómo llega a serlo, y que a Cristina la persigue la necesidad obsesiva de controlar el destino, sea éste político o judicial.

Scioli se consuela con imaginar que Cristina no se meterá con la integración de un eventual gabinete suyo. Alguna garantía tuvo en ese sentido. Es razonable: Cristina nunca será oficialista de oficialismos ajenos. Tampoco la actual presidenta necesitará nombrar algunos ministros para controlar al futuro presidente, si éste fuera Scioli. El cristinismo de pura cepa y La Cámpora se van al Congreso, que sería, en ese caso, presidido por Zannini, un hombre incapaz de mover una lapicera sin la autorización previa de Cristina. El futuro poder cristinista está acampando en el Parlamento.

Pero no sólo ahí. Zannini controlaría los servicios de inteligencia (a través de su amigo el general César Milani) y a los fiscales (a través de su amiga Alejandra Gils Carbó). ¿Podría Scioli relevar a Milani, facultad que tendría? Difícil. Sería la ruptura inmediata con su vicepresidente y con Cristina. El relevo de Gils Carbó sería imposible, porque su cargo está amparado por la Constitución. Sólo un juicio político podría destituirla, pero ese...

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