LA TRISTE COSTUMBRE DE EXPLICAR FRUSTRACIONES

SANTA FE.– Uno no sabe si el cuerpo tiembla por el frío, que baja en forma de bruma helada sobre ese estadio que buscó la reconciliación toda la noche. O si tiembla, tal vez, por la incertidumbre que transmitió, también durante toda la noche, un equipo argentino que siempre bailó en los extremos del sueño y la pesadilla, desde sus individualidades extraordinarias hasta sus errores infantiles o a su funcionamiento precario. O tiembla, cómo no, por la emoción de un clásico rioplatense digno de su historia, imperfecto pero electrizante, con enormes atajadas de Muslera y de Romero, con fantásticas demostraciones de talento de Forlán y de Messi sin la coronación que siempre significa un gol.Uno no sabe por qué tiembla y no quiere que esa duda se defina por penales, pero allí se llegó: si los triunfos maquillan defectos, las definiciones por penales le agregan épica a las victorias y les regalan la excusa del azar a la derrota. Y hay que huir de esa tentación.El cuerpo tiembla, en realidad, por una frustración, una más, que vuelve a tener explicación. Como la tuvo la de Sudáfrica, hace un año nomás. Y la de Venezuela 2007, un poco más atrás, y la de Alemania 2006, la de Perú 2004, la de Japón-Corea 2002, la de Paraguay 99, la de Francia 98, la de Uruguay 95, la de Estados Unidos 94… Nos hemos acostumbrado, en todos estos años, a explicar derrotas, más o menos injustas, más o menos justificadas, pero siempre lacerantes.Y ésta va más allá de las atajadas de...

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