El tratado no podía ser más frágil, pero aun así es el mal menor

PARÍS.- El problema de es que dependen de la buena voluntad de los signatarios y pueden ser destruidos con un disparo. Ése es el dilema que enfrentan los europeos después del firmado ayer en Minsk, que cuenta con el aval del presidente ruso, Vladimir Putin, y de los separatistas prorrusos que controlan todo el este de Ucrania.

Arrancado con fórceps después de 16 horas de frenéticas negociaciones, el acuerdo es necesariamente imperfecto y, sobre todo, extremadamente frágil. Pero, de no haber sido alcanzado, el libreto estaba escrito de antemano: la prosecución de la guerra enmascarada que libra Rusia en el este de Ucrania desde hace casi un año, con su cohorte de víctimas civiles, ciudades arrasadas y un incesante flujo de refugiados.

Por esa razón, la cuestión para los líderes europeos no era saber si se podía alcanzar una paz justa, sino esbozar un método que permitiera detener el baño de sangre que ya se ha cobrado 5300 vidas en 10 meses.

El acuerdo alcanzado -calificado de "absolutamente frágil" por la mayoría de las fuentes diplomáticas- establece un cese del fuego a partir de mañana a medianoche, el retiro de armas pesadas de las líneas de frente para crear una zona desmilitarizada y la organización de elecciones locales en las regiones controladas por los rebeldes prorrusos, pero sometidas a la ley ucraniana. El problema es que todos esos puntos figuraban en el anterior tratado de Minsk, firmado en septiembre pasado, que nunca fue respetado.

Como su predecesor, el acuerdo alcanzado ayer tampoco reconoce a Rusia y sus fuerzas como parte del conflicto, aun cuando el texto llama al retiro de "todas las tropas extranjeras" del este de Ucrania.

Fiel a su costumbre, el presidente ruso, Vladimir Putin, concedió lo mínimo. Sordo a las presiones de François Hollande y de Angela Merkel, el mandatario incluso se negó a firmar una declaración de apoyo al alto el fuego: apenas si dio su apoyo verbal. El verdadero cese del fuego fue refrendado por un "grupo de contacto", integrado por representantes de Ucrania, Rusia, rebeldes prorrusos en el este de Ucrania y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

En todo caso, Putin podía difícilmente dejar volver con las manos vacías a Hollande y Merkel, como lo hizo la semana pasada en Moscú. La afrenta hubiese sido extravagante después de que ambos dirigentes habían asumido el riesgo de romper la...

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