Trata de personas o la esclavitud del siglo XXI

Ocurrió aquí nomás, en lo que actualmente es el parque Lezama. Allí, hace siglos, en poco ceremoniosas tarimas de madera, se vendían y compraban personas. El negrito simpático que muchos supieron ser en algún acto escolar -corcho quemado, disfraz de ocasión- era un esclavo. Un niño vendido como mercancía, a veces separado de su madre como se separa a una vaca de su ternero. Ambos eran carne humana; bienes que se adquirían, se usaban, se amortizaban. Recordé el quiebre: el día en que, durante una clase de historia, un docente hizo trizas el blando imaginario que durante años había poblado cuadernos, figuritas y dibujos sobre la colonia. La esclavitud era eso, nos dijo: un niño arrancado de los brazos de la madre porque un cliente quería comprar sólo un cuerpo humano, no dos. Cuerpos con precio, juguetes de la oferta y la demanda.

El recuerdo de aquella clase me asaltó días atrás, y no precisamente al revisar materiales históricos. Acababa de ver una película que por estos días se exhibe en el Malba y que en absoluto se dedica a mirar al pasado. Dirigida por la española Mabel Lozano y filmada en Paraguay, Colombia, la Argentina y España, Chicas nuevas 24 horas no habla de grilletes, barcos negreros o subastas públicas de carne humana. Pero sí habla de esa variante de la esclavitud que nuestra época supo conseguir: la trata de personas.

Al comienzo del film, la actriz Ana Celentano, embutida en un impecable tailleur y con aires de coacher de empresa multinacional, se dirige a un grupo de hipotéticos emprendedores y les dice: "Les voy a mostrar las claves para montar un negocio que mueve 32 mil millones de dólares al año". Y así, entre la clase ficcional que imparte Celentano y los testimonios nada ficticios que las cámaras recogen en la Triple Frontera, en Madrid o el pueblo peruano de Madre de Dios, la directora traza un devastador mapa del tráfico de personas -más concretamente, el tráfico de niñas y mujeres destinadas al comercio sexual- que tiene lugar hoy, a toda hora, en cualquier lugar del planeta.

La clave en todo esto, parece decir la directora, es el dinero. Ganancias descomunales, ilegales, pero relativamente fáciles de lograr. Y una sociedad para la cual una mujer devenida en objeto sexual es algo tan perfectamente natural como lo era el africano convertido en esclavo para las buenas gentes del siglo XVI.

"Lo importante es captar y seleccionar la mercancía ideal", explica con sonrisa eficiente el personaje de Celentano mientras el...

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