Trasfondo Filosófico de "Las desventuras del Joven Werther" de Johann Wolfgang Von Göetthe

AutorAlberto Baez Garbarino
CargoProfesor Universitario en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”

“...¿Por qué me despiertas, brisa de primavera?. Me acaricias y dices: ¡Con gotas de rocío celestial cubro la tierra! ¡Pero la hora de marchitarme está cerca, cercana la tempestad que habrá de deshojarme! Mañana llegará el caminante que me vio en toda mi belleza, sus ojos me buscarán en el campo a su alrededor y no me encontrará...”

Göethe, “Werther”

La literatura romántica

Aclaramos antes que nada que casi todas las corrientes que en algún modo marcaron cierto tipo de estilo a lo largo de la historia, por el cual destacamos algo propio y particular de la misma, no se ubican, por lo general, en el tiempo de manera precisa y totalmente desarrollada. Tan es así que vemos que en el siglo XVIII existen gérmenes y ciertas apariciones de signos nuevos que, aunque de manera que, aunque de manera insípida y casi inadvertida, van constituyendo la base de este nuevo modo de ver la realidad que incidirá en todo tipo de manifestación humana(léase artística, filosófica, histórica, etc.,).

Sin duda alguna que el romanticismo es un fenómeno histórico amplio y complejo para quien quiera descubrir sus orígenes y explicar cual es su carácter y su alcance. Podríamos decir que es “un verdadero drama espiritual, un conflicto de ideas y sentimientos en que se han puesto en juego los fundamentos mismos de la cultura de Occidente y cuyos efectos, con formas más o menos latentes u ostensibles, se prolongan todavía en algunas características manifestaciones actuales, como ser en los elementos irracionalistas de la filosofía de nuestro tiempo, cuyos brotes primigenios se originaron sin duda en la época romántica, o en algunos rasgos de la literatura, las artes y la política contemporánea en los que cabe descubrir idéntica procedencia” 1.

Pero lo que sin duda es evidente que afectó todo orden, ya sea moral, religioso filosófico, político, social, musical, etc., debido a que existe en él un componente esencial, a saber: el alma humana y sus sentimientos. Este rasgo encontramos tiñe todas las manifestaciones del individuo.

El hombre romántico invierte el modelo de lo clásico subordinando la razón a la sensibilidad y a la imaginación, la inteligencia a la sensualidad, la reflexión y la voluntad a lo afectivo y espontáneo.

Demos a conocer, a modo de ubicación espacio temporal, una breve reseña de las estéticas literarias en los países de Europa occidental donde encontramos fuentes muy importantes del estilo romántico.

El centro principal fue especialmente Alemania, y a partir de la publicación de la obra de Goethe elegida para realizar este trabajo, Werther.

Trataremos de justificar en gran parte de este trabajo, haciendo hincapié en relación íntima con la filosofía idealista.

Luego haremos a modo de ampliación una referencia a algunos aspectos de la literatura romántica en Francia, que coinciden con nuestros intereses, por abarcar, en cierta forma, una reflexión filosófica valiosa.

La estética romántica alemana

La palabra alemana Gefühl significa sentimiento, y el romanticismo alemán presentó una vuelta a éste, significando una clara afrenta contra el racionalismo crítico e intelectual. De alguna manera el hombre había avanzado demasiado a partir de la Revolución y de la lustración cobrando una fuerza que parecía no tener límites. Pero esta fuerza, en el campo artístico, lo hizo secarse con tanto racionalismo que dieron espacio a poetas como Wackenroder (1773-1798), Tieck (1773-1853) y Novalis (1772-1801) que trataron de darle al arte el lugar que le corresponde. Pero el camino a recorrer por estos ya estaba abierto por dos de los más grandes poetas germanos: Schiller y Goethe. En éste último vamos a poner nuestro interés para mostrar las esencias románticas contenidas en su obra, especialmente en Werther.

Sobre Goethe dice Friedrich Schlegel, (1771-1829):

“...Este gran artista – dice – abre una perspectiva por completo nueva para la formación estética. Sus obras constituyen un testimonio indudable de que el objetivo es posible y que la esperanza de lo bello no es un engaño de la razón...”2

En la base de la estética de Gotee reside, por un lado, el principio de transformar en arte todo lo que venga del instinto, y por otro, bucear también el fondo del inconsciente humano para aprender de él y transformarlo en saber. Expresamente encontramos en estos principios el rechazo por el clasicismo y todo lo que tenga que ver con la conciencia, que en el romántico queda anestesiada por la embriaguez de los sentidos y por la ilusión inconsciente. Nos remitimos a Arnold Hauser, que nos dice al respecto:

“...Pues el Romanticismo era, en efecto, un movimiento esencialmente burgués, e incluso era el movimiento burgués por excelencia: era la tendencia que había roto definitivamente con los convencionalismos del clasicismo, de la artificiosidad y la retórica cortesanas aristocráticas, del estilo elevado y el lenguaje refinado... El arte romántico fue el primero en ser un “documento humano confesión a gritos, una herida abierta y desnuda...”3.

Sin duda alguna, como ya lo hemos dicho anteriormente, influye muchísimo en el hombre del romanticismo el momento histórico en que se sitúa, y de allí que nada se le ahorre en materia de conflictos. Es así que la resultante de esta crisis por la cual transita termine indefectiblemente en el desgarramiento emocional y en el aislamiento. La visión al respecto que nos parece más adecuada es la que nos muestra Hauser, y dice:

“...En nada se refleja el desgarramiento del alma romántica tan directa y expresivamente como en la figura de “el otro yo”, que está siempre presente en el pensamiento romántico y aparece a lo largo de toda su literatura en innumerables formas y variantes. El origen de esta imagen convertida en idea obsesiva es inequívoco: es el impulso irresistible a la introspección, la autobservación maniática y la necesidad de considerarse a sí mismo constantemente como un desconocido, un extraño, un forastero incómodo... El romántico se arroja de cabeza en el auto desdoblamiento como se arroja en todo lo oscuro y ambiguo, en el caos y en el éxtasis, en lo demoníaco y en lo dionisíaco, y busca en ello simplemente un refugio contra la realidad, que es incapaz de dominar por medios racionales. (...)Lo irracional tiene para él la ventaja infinita de no estar sujeto a dominio consciente, y por eso ensalza los instintos oscuros e inconscientes, los estados anímicos del ensueño y éxtasis, y busca en ellos la satisfacción que no puede darle el intelecto seco, frío y crítico(...)”4.

Nos referiremos en el punto siguiente a la obra de Goethe sin antes dejar por lo menos de mencionar a Herder, filósofo y crítico literario, que conoció a Goethe y de inmediato se convirtió en el mentor de su poesía.

Goethe y lo romántico

Johann Wolfgang Goethe participó de los movimientos culturales más importantes de su época: la Ilustración y el Sturn und Drang, el Romanticismo y el Clasicismo. Göethe, como escritor, fue el más profundo de su época, y despertó un gran entusiasmo en los románticos coetáneos.

Nacido en Franckfurt del Mein (Alemania) el 28 de agosto de 1749, obtuvo el título de Abogado por la Universidad de Leipzig con tan solo diecinueve años. Al término de la misma inició con El capricho del enamorado su obra literaria. Recién en 1767 y 1768 escribió Los cómplices (tragedia en versos).

Alrededor de 1771 se estableció en Estrasburgo para perfeccionar sus estudios de Derecho. Es allí donde, como lo mencionamos anteriormente conoció a Johann Gottfried von Herder. Aparentemente a través de Herder conoció por primera vez una obra de Shakespeare. Sorprendido por la misma descubrió un mundo nuevo como el de los aspectos más profundos de la vida y la naturaleza que lo llevaron a cambiar el contenido de su obra literaria. Dejó a partir de allí las unidades clásicas de la estética francesa en lo que hace al drama teatral: espacio, tiempo y acción. En 1773 publicó un drama caballeresco, donde abundan al mejor estilo de Shakespeare, escenas de tipo violento. La obra se llama Götz von Berlichingen. La historia es la de un caballero del siglo XVI. Se considera esta obra precursora y encaminadora del romanticismo alemán.

En 1774 escribe Las tribulaciones del joven Werther. Es una especie de novela con estructura epistolar.

Esta fue la obra que le otorgó fama en los círculos intelectuales y además la misma se extendió a toda Europa. De esta manera se lo consideró como el autor más representativo de esta nueva corriente que exaltará el sentimiento por sobre todas las cosas.

En el mismo año comenzó a escribir su obra más monumental: La tragedia de Fausto.

Herder lo recomendó a la corte de Carlos Augusto, duque de Sajonia-Weimar, donde fue nombrado Ministro de Guerra y de Carreteras. Una vez instalado en Weimar, y participando asiduamente a las fiestas de la Corte, fue infamado de cierta frivolidad que desacreditó, de algún modo, su buena imagen...

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