La trampa de buscar chivos expiatorios

La corrupción y el desbarajuste administrativo del elenco que gobernó el país entre 2003 y 2015 han precipitado un proceso urgente: la deskirchnerización.

No se trata de una discusión a través de la cual la sociedad, en especial sus elites, identifica las condiciones que hicieron posibles las miserias que ahora se deploran. Ese debate, más o menos autocrítico, es sustituido por otra fórmula: la selección de chivos expiatorios cuya condena permite evitar una reforma. Cada sector va eligiendo al sujeto contaminante del que es imprescindible deshacerse. La única terapia disponible parece ser la extirpación. Es una receta engañosa. No está destinada a producir una ruptura. Lo más probable es que garantice la continuidad. Es el principal dilema de Mauricio Macri y de Cambiemos. La agrupación más preparada para cambiar de piel es el peronismo.

Sobre todo por su destreza para manipular las clasificaciones. Durante cuatro años puso las categorías cristinismo/kirchnerismo al servicio de una primera diferenciación. Fue un salvoconducto para que Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Alberto Fernández, entre otros, se ofrecieran como una renovación al liderazgo de Cristina Kirchner, que se debilitaba.

El truco fue exitoso. Pero, como demuestran los escándalos judiciales, fue un truco: las principales irregularidades se cometieron bajo la dirección de Néstor Kirchner. Julio De Vido, José López, Lázaro Báez, Cristóbal López, Ricardo Echegaray, Aníbal Fernández o Héctor Cappaccioli desbordan la etiqueta "cristinismo". Sobre todo porque todavía no se descubrió a un Wado de Pedro o a un Axel Kicillof revoleando termosellados en un convento. Hay que postular, urgente, otro binomio: kirchnerismo/peronismo. En eso están José Luis Gioja, Daniel Scioli, Gildo Insfrán, Eduardo Fellner y los demás directivos del PJ. Ya no les alcanza con depurar a ese comando de cualquier vestigio de La Cámpora. Ahora deben dividir los bloques parlamentarios del Frente para la Victoria. Los esperan Diego Bossio y los diputados del Movimiento Evita, que ya partieron.

La metamorfosis presenta, como siempre, contratiempos. De repente el peronista Martín Insaurralde debe justificar que alquilaba un departamento costosísimo al gestor comercial de José López, Andrés Galera. El mismo que habría preparado la fuga del ex secretario de Obras Públicas, con sus caudales y relojes, en un Lear Jet, desde San Fernando: lástima que el despiste de un avión sanitario impidió la salida de ese...

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