La educación y el trabajo, claves para la inclusión

Bárbara Lizondo tenía 25 años cuando decidió que era tiempo de saldar una deuda pendiente: terminar el secundario. Lo había abandonado a los 16, cuando supo que sería mamá. Después, no conseguía congeniar la familia con el estudio. Una vecina del barrio Bancalari, en Don Torcuato, le aconsejó el bachillerato para jóvenes y adultos de la Asociación Civil El Telar. Con su marido, Gustavo, fue a consultar."Cuando me explicaron que el bachillerato tenía una escuela infantil como anexo, donde podía dejar a mis hijos mientras estudiaba, no dudé", cuenta Bárbara, que está por cumplir 35 años. Gustavo, que tampoco había terminado el colegio, decidió que era hora de hacerlo."Empezamos a ver las potencialidades que teníamos, incluso descubriéndolas el uno en el otro. ¡Yo no sabía que mi marido era bueno en matemáticas!", cuenta Bárbara.Abanderada de su curso, fue la primera de su familia en terminar el secundario. Pero no se conformó. "Decidí empezar un oficio y comencé el curso de asistente de familia con especialización en niños de El Telar", recuerda. Además, daba clases de apoyo escolar en el barrio. "Me gustaba mucho trabajar con chicos y con el apoyo de mis profesores, que me motivaban para seguir estudiando, decidí hacer la carrera de trabajadora social." Desde 2011, integra el equipo profesional de El Telar.Fundada en 1989, la asociación brinda un programa de formación e inclusión para jóvenes y adolescentes en situación...

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