Trabajo

Tumultuosa, volcánica, furibunda como una tempestad bíblica, Elisa Carrió suele azotar a la dirigencia política. Es fuego puro, llama que abrasa la piel de los funcionarios. Ayer vino a decirnos -decir es un término que le hace poca justicia a su tono imperativo y sin grietas, altisonante casi siempre, moralizador y rabiosamente evangélico- que a su juicio la gente debe trabajar más, porque en nuestro país nadie trabaja. Lo dijo en defensa de la reducción de los feriados puente.

Una parte de esa idea es cierta: por lo pronto, no trabajan más de un millón de personas desocupadas, a las que deben añadirse las subocupadas o con empleo informal. El resto, como viene a descubrirnos Carrió, simula apenas alguna faena, finge esforzarse. Prefiere aprovechar su tiempo en la observación de la labor sin...

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