Trabajás, ¿qué ganás?

"El presentismo es un castigo".

(De Roberto Baradel, titular del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de la provincia de Buenos Aires.)

Atención, castigados por el Estado; secuestrados por el yugo; rehenes de la changa; insensibilizados por las horas extras, y prisioneros de los feriados cortos, largos, extralargos o interminables: el compañero Baradel apuntó una posta más en los siete pecados capitales: el presentismo. Es malo, malísimo. Y, por lo tanto, quien lo cumpla merecerá el destierro del paraíso sindical.

A ese representante de los docentes le deben haber enseñado que cumplir es deshonroso y, trabajar, una concesión graciosa para pasar el tiempo, a cambio de dinero, pero sin excederse en la contraprestación. Que marcar la ficha es estigmatizar al laburante y que peor es dejar la huella, ya que nadie puede hacerse pasar por uno en caso de sentir la impostergable necesidad de ratearse del laburo.

Seguramente, entiende que cuando el pan se hornea mal es siempre por culpa del horno y nunca del panadero: al fin y al cabo un vulgar preso político del gas y de la leña, de la pala, la harina, la sal y el agua, elementos de un capitalismo destructor del arte de amasar.

Es de los que defienden siempre un no como respuesta, no vaya a ser cosa que se le escape un sí y lo pongan a mover el piano el día de la mudanza. Dios no lo permita.

Milita con los que creen que decir "no" es sinónimo de dureza y que, si decís sí, aunque...

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