Del tono zen a otro de mayor firmeza

El sábado de la semana pasada, una represión con balas de goma dispuesta por Cristina Kirchner en la Panamericana, contra una protesta de trabajadores de los colectivos de la línea 60, ilustró la portada de Página 12. Más vale tarde que nunca: lo publicó dos años después de que esos hechos sucedieran, pero, además, pretendiendo hacerlos pasar por el desalojo en la misma autopista, sin balas de goma, el día del último paro general de la CGT. Tal vez haya que esperar otros dos años para que ese periódico dé cuenta, en lugar tan destacado, de otras balas de gomas y gases lacrimógenos que se dispararon anteanoche para disipar la muchedumbre que llegó hasta las puertas de la residencia de Alicia Kirchner, en Río Gallegos, cuando estaba en compañía de su cuñada, la ex presidenta Cristina Fernández, para protestar por la crisis terminal en esa provincia. Ya encontrarán a quién endilgarle estos nuevos excesos que la mandataria provincial minimizó al calificarlos ayer de mero "linchamiento mediático".

A los sectores autodenominados progresistas de esta sociedad no se les dio en estos días por expresar preocupación por la grave situación social en aquella provincia patagónica ni tampoco por el trágico derrape, con muertos y heridos, de la Venezuela bolivariana que tanto decían admirar. Prefirieron, en cambio, abroquelarse en una absurda cruzada para resistir una medida que el Gobierno no tomó (y que prometió no tomar): despojar al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) de su fondo de fomento.

En su último libro, La evolución de la Argentina, el asesor presidencial en discurso, Alejandro Rozitchner, escribe que "otro tono puede expresar nuestra vida social" y agrega que "la revolución del tono ha comenzado, y ya son visibles sus resultados".

Esa supuesta corrección política se expresa más y mejor en contraste con el tono irritado que parecía haber terminado en diciembre de 2015.

La administración actual eligió desde el principio mostrarse más moderada, menos gritona y con cierta capacidad para corregir sobre la marcha algunos de sus errores.

El relajado "tono" gubernamental, al que alude Rozitchner en su libro, enfatizó tanto ese contraste que generó sus propias contraindicaciones: todo espacio que no se ocupa tiende a ser cubierto por otro. En 2016, la ausencia de un relato alternativo y dominante sólo fue rellenado, en parte, por la espectacularidad de algunas revelaciones insólitas de la corrupción del régimen anterior (cuyas...

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