Tomar el juego en serio

La brecha de tiempo que media entre los inocentes y despreocupados juegos de la infancia y los patológicos de la edad adulta tiende a acortarse. Así lo confirman estadísticas recientes que señalan que cada vez son más los jóvenes menores de 18 años sometidos a esta nefasta dependencia, cuando hace 15 años el promedio de edad de iniciación rondaba los 35 años.Indudablemente, la creciente proliferación de alternativas a disposición de quienes tienen predisposición para convertirse en jugadores compulsivos constituye un factor decisivo: a mayor oferta, mayor demanda. El aporte de la tecnología, ya sea en forma de videojuegos que atrapan por horas a jóvenes jugadores o a través de la amplísima oferta que surge de Internet y que no requiere demostrar la mayoría de edad, también ha sido de peso. Basta, por ejemplo, con utilizar un buscador y cargar la palabra "póquer" para entender a qué nos estamos refiriendo: cientos de sitios se desplegarán en la pantalla.La posibilidad de recurrir a una tarjeta de crédito como instrumento de pago del juego virtual contribuye también a reforzar la falta de conciencia sobre la pérdida del dinero, propia del ludópata, y acentúa el aislamiento, desactivando los mecanismos externos que permiten regular estos comportamientos patológicos. El juego online se instala silenciosa y peligrosamente en los hogares; del entretenimiento y de la diversión que propone a la adicción median a veces sólo unos pocos pasos. Programas de póquer en televisión por cable sumados a mensajes publicitarios, que muchas veces emanan del propio Estado, fomentan insistentemente las apuestas.El Instituto de Juegos de Apuestas porteño realizó un primer estudio en 2011 que revela que el 0,70 por ciento de la población juega compulsivamente, porcentaje que nos acerca a la realidad de países como España o los EE.UU., donde más se padece este trastorno, que alcanza el 1 y el 2%, respectivamente. Se comprueba también un notorio incremento del porcentaje de mujeres, sobre todo mayores de 50 años, que padecen esta conducta adictiva a la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció formalmente como enfermedad hace más de 20 años. La describió como un trastorno mental que implica sufrimiento y descontrol de graves consecuencias para la salud individual y con severos efectos colaterales para el entorno social.En la Argentina, los bingos florecieron hacia fines de los años 90 y 22 nuevos casinos abrieron sus puertas desde el año 2004. Reiteradamente hemos...

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