Toma de escuelas.La palabra y el diálogo social: decir, escuchar y ser escuchado

AutorAdriana Huguenin
CargoAbogada, Escribana, Especialista en Derecho del Trabajo, Especialista en Integración Latinoamericana, Docente Universitaria

Interrogantes:

¿Qué es la palabra?

¿Cuáles son los mecanismos que se requieren para lograr el diálogo social?

¿Cuáles son los derechos y obligaciones legales involucrados?

Abordando el tratamiento de la pregunta inicial “¿qué es la palabra?” he de partir de conceptos elaborados desde el sicoanálisis. Hablando de lo público y lo privado, el psicoanalista Charles Melman ("Psicoanálisis y Propiedad. Lo público y lo Privado" Conferencia pronunciada el 21-2-02 en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Publicado en Periódico Imago Agenda N° 64, octubre 2002, Letra Viva Libros, Buenos Aires) subraya que no hay comunidad humana posible sin que exista en su seno un bien común, público y del que puedan sacar provecho todos los miembros de la comunidad.

La palabra –afirma- es un “bien público esencial” porque es para cada uno de sus integrantes el signo de su humanidad. Ese bien común, impone sacrificios al exigir de cada uno la renuncia a cierto goce, por lo que puede decirse que lo que reconoce la humanidad de cada uno es compartir el mismo sacrificio. Por ejemplo, cuando se afirma que en una democracia, la educación y la salud forman parte de los bienes públicos, se indica simbólicamente que esa comunidad está reconociendo la humanidad recíproca de cada ciudadano al reconocerle el derecho a curarse y educarse, independientemente de su status social, de su riqueza o su pobreza. En opinión de Melman, el bien público más preciado es la lengua, porque permite reconocer a los locutores la humanidad recíproca de quienes hablan el mismo idioma, como integrantes de una humanidad común.

Aceptando entonces que “la palabra” es un bien público esencial que permite reconocernos en nuestra humanidad común, puede decirse que el retirar la mirada o la palabra, implica deshumanizar al otro. Este modo de relación indudablemente violento que puede darse tanto en relaciones humanas como institucionales, puede responder a diversas causas, entre ellas el abuso de poder y el miedo a la confrontación con “un otro diferente”. En la toma de decisiones sobre qué hacer en un esquema de confrontación de ideas, desde una estructura de poder es siempre más fácil silenciar, negar y evitar el diálogo que enfrentar el problema dialogando, ya que eso implica tener que negociar posiciones, situación que a veces es entendida como pérdida de fuerza (léase poder).

Las instituciones deberían ser sumamente cuidadosas para que este modo de relación no se instale, convirtiendo a...

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