Hay uno que todavía está afuera

Facundo Moyano se lo dijo a sus compañeros del Frente Renovador. Su padre, Hugo, no está conforme con algunas designaciones del Gobierno. Él y parte de los productores agropecuarios son los únicos actores ofuscados de un enorme espectro del establishment que ha decidido creer en la administración de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y que ayer posó para la primera foto del gran acuerdo social."Vengo del Ministerio de Producción: ya fui cinco veces desde el 10 de diciembre, más que en toda la era Macri", se entusiasmó anteayer, al cruzarse en la calle con LA NACION, el principal lobista de un grupo industrial. Su voto es positivo. "Sabemos que nos van a reventar a impuestos, pero no hay alternativa: si a Alberto le va mal en los próximos seis meses, esto va a ser un desastre", agregó. Es la apuesta que ha hecho también la cúpula de la CGT. "Es nuestro gobierno", dijo un sindicalista, que aclaró sin embargo que su espaldarazo incluía ciertas reservas. Todos han decidido dejar pasar por ahora algunas objeciones al plan del Gobierno. "¿Por qué un jubilado que gana 50.000 pesos tiene que resignarse a vivir peor que antes?", se preguntó esta semana un referente gremial antes de que este diario le recordara una curiosidad: hace dos años, en simultáneo con las pedradas en la Plaza del Congreso por la reforma previsional que proponía Macri, y mientras el kirchnerismo pedía que se levantara la sesión, Héctor Daer era muy crítico de aquel proyecto. "Vamos a terminar resignando entre un 5 y un 7% del ingreso de los jubilados de acá hacia el futuro", decía. ¿Esta vez es distinto? "Y? no. Pero hay cosas que no son para este momento -se sinceró un colega de Daer-. Es una cuestión de corrección política: no creo que Héctor pueda salir a hablar ahora".El posicionamiento sindical incluye aceptar incomodidades. Por ejemplo, el disgusto de no haber sido incluidos en la mesa del hambre. En la CGT se preguntan qué pueden saber al respecto las figuras públicas o del espectáculo convocadas por el Presidente o, un asunto más sensible, por qué en lugar de la central de Azopardo se han sentado allí las organizaciones sociales. "Nosotros por lo menos aportamos algo al sistema: atendemos 22 millones de afiliados con las obras sociales", se quejan. He ahí otra perturbación: la ley de emergencia no incluyó a estas prestadoras, y temen que el sistema colapse por la proliferación de reclamos que ellos nuclean en un eufemismo, "la nueva salud", hasta ahora solo atendido...

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