Todas las bombas estallan en sus manos

La política energética le estalló en los pies. Un demoledor fallo de la justicia norteamericana detonó debajo de su escritorio. Una masiva huelga general la sorprendió y la enfureció. Nadie resguarda a la Presidenta de conflictos previsibles. O sus funcionarios son ineptos o ella creó un sistema de poder que ahuyenta el contacto con la realidad. Hasta que la realidad, implacable, aterriza en sus propias manos. Sólo en las de ella. Dicen muy cerca de Cristina Kirchner que los consejos no le interesan. La atrapa nada más que la decisión de "cambiar la matriz del poder en el país". Ya no le importa a qué precio. Contra la convicción de que el único poder democrático radica en la ley, Cristina Kirchner cree que el único poder que vale es el del Estado. Es decir, el de ella.Puede darse ciertos gustos dentro de su país. Echar a algunos jueces, silenciar a otros. Promover una ley que le permitirá al Gobierno la virtual intervención de cualquier empresa privada que cotiza en Bolsa. Despreciar tanto a los trabajadores que hicieron huelga como a los caceroleros. El límite lo encuentra siempre, como cualquier Kirchner que se precie de tal, en el exterior. El juez norteamericano Thomas Griesa la acaba de condenar más por su discurso desafiante y altanero que por otra cosa. Condenó al país también a un eventual default técnico. La consecuencia podría ser una economía nacional muy estancada o en retroceso, justo en las vísperas de un crucial año electoral.Los fondos buitre son buitres o especulativos. Pesa sobre ellos una razonable impugnación moral. Compran deuda basura, como lo era la argentina, para ganar muchísimo dinero después con pleitos judiciales. El problema es que no hacen nada ilegal: adquirieron bonos soberanos del país y luego recurrieron a la Justicia porque se negaron a recibir menos que su valor inicial. Hicieron lo mismo con muchos países.La diferencia radica en la forma de enfrentarlos, sobre todo cuando los jueces tomaron intervención. Griesa pasó de ser un juez simpático para el kirchnerismo, cuando alargaba plazos y comprendía dificultades, a ser un mercenario de los buitres. La paciencia de Griesa se agotó. Esa es la cuestión. Escuchó a la Presidenta dar cátedras en los atriles del mundo sobre cómo creció la economía de su país. ¿Y, entonces, por qué no paga sus deudas?, se preguntó el norteamericano. Cristina no pagará, según repitió una y otra vez. Griesa anotó esa provocación en su propio fallo. La Presidenta tendrá que pagar ahora toda la...

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