Un tipo de lazo afectivo especial que puede ir más allá de la sangre

Hasta hace poco, mis hijos Renata, que tiene 7 años, y Santiago, de 5, creían que tenían tres abuelas: Cris, Pili y Lala, la persona que los cuidó, casi todos los días, desde que nacieron y que lo sigue haciendo hasta hoy. "¿Por qué Lala es mi abuela?", me preguntó hace un tiempo Reni. Y ahí le expliqué. "Ah, entonces es mi abuela niñera", fue el razonamiento que hizo desde su inocencia de 5 años.

Aunque Pili y Cris, sus "abuelas de sangre", están muy presentes en la vida de mis hijos (algo que aliento y agradezco) siempre preferimos con mi marido que mantengan su rol de abuelas y nos se transformen en las famosas "abuelas niñeras" que, más por obligación que por elección, se quedan al cuidado de sus nietos tiempo completo. A tono con los tiempos actuales, cada una tiene una vida activa y creemos que lo más sano para preservar el vínculo es que cada cual mantenga su independencia.

Pero aun así quería que la persona que se encargara de cuidar a mis hijos fuera una especie de abuela. Una "abuela de las de antes", de esas que te cuentan un cuento, te cocinan algo rico y te miman. Que te preparan la leche cuando llegás del colegio cansado. Que te ayudan con la tarea. Esas que tienen la paciencia y el amor intacto. Que están cada vez que las necesitás, incluso a horas insólitas, y que aun así te esperan con una sonrisa y los chicos bañados y dormidos.

Hoy, con el doble turno que cumplen mis hijos en el colegio, sumadas a sus actividades extraescolares, la abuela Lala ya no pasa tantas horas en casa. Pero aun así, y sin que yo se lo pidiera, ella sigue estando...

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