Un territorio de la infancia

Nunca fui un fanático del fútbol y en la cancha (mis amigos pueden dar fe de eso) era un defensor medio patadura al que, sin embargo, le costaba perder el aliento. En ese entonces no le decíamos cancha al lugar donde jugábamos a la pelota, sino "campito". Equidistante de nuestras casas, estaba situado delante de las quintas donde los portugueses cultivaban lechuga, rabanitos y achicoria.

Al costado izquierdo del campito, con el paso del tiempo se había hecho una huella para que transitaran las personas que cruzaban por ese sector del barrio. Detrás de las quintas, corría la autopista Riccheri, adonde se nos había prohibido asomarnos. Íbamos de todas maneras a contar autos.

El campito era, como la escuela a la que asistíamos en esos años, un territorio democrático. Jugábamos ahí los hijos de obreros y los de profesionales, los cracks y los "troncos", las hermanas de mis amigos y los desconocidos que habían traspasado las fronteras de sus barrios. Las vías del ferrocarril y las avenidas funcionaban como límites para nosotros. Durante los sábados se organizaban, por supuesto, campeonatos con equipos improvisados y multicolores; a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido que debíamos usar camisetas idénticas o definir la identidad por un equipo de fútbol. La expresión "director técnico", como el papel de los árbitros, no significaba nada para nosotros. Cualquiera se podía dar cuenta de que la pelota se iba afuera o de la intención aviesa de una patada.

Aunque ver un partido completo en la televisión en blanco y negro representaba una tortura audiovisual durante aquellos años de la infancia, pasar la tarde entera en el campito no costaba ningún esfuerzo. El objetivo era estar fuera de las casas.

Ahí se daban las clásicas escenas que cualquier persona que haya jugado o visto jugar al fútbol en un pueblo o en la calle de un barrio conoce: las amenazas jamás concretadas de las vecinas en cuyas casas caía la pelota, los perros callejeros que corrían desesperados detrás de las piernas de los jugadores y las indicaciones inoportunas de los que observaban el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR