Los temas ausentes en la agenda del populismo represivo

La conversación pública suele intoxicarse mediante imposiciones antinómicas como "orden o caos", cuya dialéctica falaz posterga soluciones de fondo, pero que gana adeptos incautos con el reemplazo de propuestas superadoras por consignas efectistas. Así, prometer bala o cárcel a los delincuentes genera más ruido mediático que el debate sincero de un plan estratégico sustentable entre los tres poderes del Estado, un camino aun inexplorado para encarar el problema de la inseguridad ciudadana, sin especulaciones electorales ni apuestas a excepcionalidades autoritarias.

No solo políticos oportunistas, sino también algunos periodistas imprudentes intoxican la conversación pública. Machacar cotidianamente con delitos a los que se les da un tratamiento sensacionalista solo consigue estremecer los ánimos de las víctimas, agrietando la relación entre representantes y representados.

La inseguridad no es una percepción exagerada y sectorial, es una realidad general apremiante. Tampoco es un reto para Rambos de cabotaje ni una vidriera comicial para heroínas de conventillo. Quienes deben dar una respuesta integral son los...

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