Un techo a la ambición bonaerense

Alberto Fernández

Hace exactamente once días se cumplieron 140 años de la fundación de La Plata . Fue mucho más que el nacimiento de una ciudad. Fue el símbolo de un país que podía concretar grandes proyectos y que, aun con dificultades y claroscuros, era capaz de planificar su futuro con osadía y ambición.

En tiempo récord se levantó una urbe moderna en tierras baldías . Se convocó a grandes arquitectos, albañiles y artesanos. Pedro Benoit dibujó una ciudad vanguardista y la pensó con visión de futuro. La Plata vino a solucionar el problema político e institucional de la capitalidad (la provincia había perdido su "cabeza" para que Buenos Aires fuera la capital de la nación), pero también a ofrecer un modelo urbanístico innovador y progresista. Fue, con una plaza cada seis cuadras, una ciudad ecológica antes de que existiera la ecología; fue un faro académico y cultural, con un diseño cartesiano y una pujanza arrolladora. Fue, por mencionar un solo indicador, la primera ciudad de América Latina que tuvo luz eléctrica y tranvía.

Esta semana, el presidente de la Nación llegó a esa misma ciudad a "inaugurar" la reparación del techo de la estación ferroviaria. El acto también es un símbolo, pero en este caso de nuestra propia decadencia. Ese país que era capaz de construir una ciudad con la vista puesta en su tiempo, pero a la vez en el tiempo de sus tataranietos, se ha convertido en un país que "celebra" la mera reparación de un techo. Es, en proporción, como si una familia hiciera una fiesta por el arreglo de una gotera en el garaje de su casa.

Por supuesto que son obras indispensables, que deberían hacerse con mayor celeridad y eficacia , pero también con menor estridencia, sin bombos ni festejos. La presencia del jefe del Estado para "inaugurar" un trabajo de mantenimiento y de rutina exhibe hasta qué punto se han encogido los sueños y los proyectos del país. Les pone un "techo" a las ambiciones de la provincia y de una capital que fue, precisamente, un modelo de grandeza y de potencia. Pero devalúa además la figura presidencial y todo lo que ella simboliza.

Los actos y las visitas de un presidente deberían expresar un rumbo y un mensaje . No son meras ceremonias protocolares, sino gestos que marcan prioridades, acentos, objetivos y reconocimientos. Si se lo evalúa desde esa perspectiva, el acto de este lunes en La Plata muestra las módicas aspiraciones de un gobierno que cada vez se conforma con menos y que es incapaz de levantar la mirada...

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