Susana Pereyra Iraola: una destacada editora y periodista que priorizó la mirada intelectual y erudita del mundo

La personalidad de Susana Pereyra Iraola excedía con creces los límites, de por sí amplios, de la editora de modas, respetada y rigurosa que fue en grado sumo.

En su tiempo, todavía reticente a la participación de la mujer en el oficio periodístico, se constituyó en una de las figuras más cultas e intelectualmente refinadas de la Redacción de este diario. No había detalle que pasara por alto, aun hasta sus últimos días, en cuanto a la coherencia con la cual LA NACION ha aparecido, día tras día, desde que Bartolomé Mitre, su tatarabuelo, la fundó en 1870. En nada exageraría quien dijera que Susana interpretaba, con intensidad emocional y profesional difícil de equiparar, la voluntad de que se preservaran las tradiciones que han otorgado a LA NACION por generaciones, tanto a ojos de los lectores como de sus críticos, una identidad inconfundible en la prensa nacional y extranjera.

Si desde esa perspectiva totalizadora de su erudita fisonomía periodística se pasara, en cambio, al plano estricto de la editora de modas, funciones que ocupó aquí por muchos años, habría entonces de señalarse que había encontrado en la admirada trayectoria de Diana Vreeland, la famosa periodista de Harpe's Baazar y de Vogue, un ejemplo para emular como profesional y mujer. Así como ella lo apreciaba en la personalidad de Vreeland, en la hora de la despedida cabe decir que Susana creía en las virtudes innatas, pero también en que nada se desarrolla en plenitud sin trabajo arduo y sostenido. Que supo moverse en su tiempo y espacio en un mundo de intereses y esnobismo, pero siempre en huida personal de la frivolidad y la afectación. Que entendía que la seducción y el lujo pueden constituir una parte de la vida, pero sin apartar al espíritu del sustento en normas morales que prevalezcan por sobre otro tipo de pautas. Creía también Susana Pereyra -a secas, como ella misma se presentaba- en una vida interiormente estructurada y a la vez potencialmente libre.

La recuerdo a mediados de los sesenta, cuando entró en la Redacción de LA NACION después de haber realizado sus primeras experiencias en Correo de la Tarde. Era ese el diario que Francisco Manrique había lanzado como un acompañamiento de propósitos políticos próximos a los del ex presidente militar Pedro Eugenio Aramburu. Menuda, perspicaz, disciplinada, algo irónica y a la par tímida, con el aire de adolescente más perdurable de lo habitual que observamos en la fotografía adjunta, pronto se destacó en LA NACION...

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